... habitación, con tan solo una pequeña luz encendida y Mónica me esperaba sonriendo tumbada desnuda por completo.
Me acosté a su lado pasando con cuidado mi mano por encima de ella, acariciando sus pechos y con un rápido movimiento Mónica me tumbo boca arriba y se puso encima sentándose a horcajadas agarrándome de las muñecas con sus manos y moviendo su pelvis juntaba nuestras vulvas, mi vagina seguía humedecida con el semen de su hijo y ella no paraba de rozarse con ella una y otra vez mientras me besaba y me susurraba.
- Lara, ¿bien no?, a que mi hijo te ha follado muy bien. - Solo un pensamiento pasó por mi mente mientras sonreía para mí y es que lo sabía, ella ya lo sabía.
Nuevamente empezaba a estar tremendamente excitada con ella, esperaba volver a follar, estaba encantada, me gustaba y me excitaba demasiado, notaba su vagina igual de húmeda que la mía, nuestros labios no paraban de unirse, haciendo bailar nuestras leguas dentro de mi boca, entonces note como algo penetraba en mi vagina, algo que había sentido no hace ni cinco minutos, algo se metía y salía de mi interior haciéndome gemir en su boca y al igual que llego se fue y entonces fue Mónica la que empezó a gemir, luego yo y una vez más ella.
Su hijo estaba detrás de nosotras, fallándonos primero a una y luego a otra, Mónica estaba encima de mí con su vagina bien abierta por detrás y yo estaba tumbada al borde de la cama con las piernas abiertas, su hijo de ...
... pie detrás de nosotras aprovechando esa situación nos follaba por turnos a las dos, el trío se empezaba a completar, los gemidos de una y de otra tapaban los suyos más débiles aun, su pene más que entrar navegaba dentro de mi vagina y cuando se la metía a su madre notaba los empujones a los que la sometía, veía la cara de Mónica desencajada de placer supongo que igual que la mía, las dos estábamos recibiendo una buena dosis de placer cuando su hijo empezó a empujar con fuerza su polla dentro de nuestras vaginas hasta correrse dentro del coño de su madre y tal como vino se fue una vez mas.
Mónica seguía mordiendo mis labios, apretando con sus manos mis muñecas y a volver a rozar su vulva sobre la mía, repartiendo el semen de su hijo entre la entrada de mi vagina y la suya, poco a poco los movimientos cesaban y las dos subiéndonos bien a la cama nos abrazábamos recorriendo con las yemas de nuestros dedos nuestros pezones, nos mirábamos sin decir nada, hasta que su hijo volvió a entrar pidiéndonos que le hiciéramos sitio.
Realmente fue una noche loca, su hijo no fue la única vez que nos folló a las dos o que su boca se perdía en nuestras vulvas, no fueron los únicos gemidos y gritos después de provocarnos los orgasmos que sucedieron uno tras otro, solo sé que al lunes siguiente las dos hablábamos en el desayuno de aquella noche y que esa noche me esperaban en su casa.
Las dos de la tarde y el tiempo se me estaba haciendo eterno.