... entre sus piernas, un pene generoso para estar en reposo con el glande por fuera.
Al cabo de un rato me levante de la taza y al girarme para irme note como me cogía de la mano y tiraba de mí hacia él, en ningún momento me resistí, todo lo contrario entre dentro de la ducha mojándome con el agua caliente mientras pasaba mis manos por sus pectorales, dibujando cada músculo con la yema de mis dedos, no sé cómo se llamaba y aún sigo sin saberlo, pero él empezó acariciar mi cuerpo pasando suavemente su mano por mis pechos mientras que con la otra me sujetaba de la cadera, el agua caía sobre nuestras cabezas llenándonos la cara de gotas que bajaban por los ojos y caían desde nuestros labios al suelo, nos mirábamos sin decir nada, acariciando nuestros cuerpos con su mano en mi vagina metiéndome los dedos y su pene entre mis manos, un pene que había dejado de estar en reposo a ser un verdadero instrumento para el placer.
Al final nuestros labios no tardaron en juntarse, es que nuestras lenguas jugaran fuera de nuestros cuerpos mordiéndolas una y otra vez con nuestros labios, el agua no dejaba de caer hasta que la apago pudiendo así abrí un poco los ojos sin las molestias de las gotas, fue cuando me sorprendí de que mis gemidos ya hacía rato habían empezado desde el momento que me penetraba con los dedos, subía una de mis piernas abrazándole un poco con ella para que pudiera meterme mejor sus dedos, dentro de la ducha había un pequeño banco de madera donde pude descansar la ...
... pierna y él recuperando el control de su pene con su mano empezó a buscar la entrada de mi vagina, frotando su glande contra ella, subiendo y bajando entre mis labios hasta que por fin empezó a meterse, primero el glande poco a poco, pero luego de un buen empujón la metió toda provocándome un grito bastante alto de placer.
El hijo de Mónica subía y bajaba su cuerpo metiéndome aquella tremenda polla que me estaba llenando y encantando, recordaba lo que antes había dicho sobre que un hombre no daba más placer que una mujer, la verdad que no sabría que decir ahora, porque cada penetración era como llegar en cada una de ellas a un pequeño orgasmo, miraba hacia abajo y veía como me la iba metiendo con un ritmo pausado, pero continuo, veía como su pene salía de mi vagina con las pequeñas gotas de flujo lechoso en su glande y en su tronco, me la volvía a meter entrando tan suave, deslizándose como si navegara dentro de mí, realmente me estaba follando con tanta maestría que ahora entendía a Mónica, entendía que se dejara follar por su hijo.
Las gotas que recorrían mi cuerpo era una mezcla entre nuestro sudor y el agua de la ducha, el hijo de Mónica me follaba cada vez con más fuerza, sacando y metiendo su pene de mi interior a gran velocidad, se le notaba cansado, sus jadeos eran una mezcla de placer y cansancio, los míos solo de placer, de pronto sentí como se escapaba de mí, como la sacaba entera y se sentaba en el taburete apoyándose contra la pared y guiándome sin decirme nada ...