... aparecido, parecíamos madre e hija que habíamos salido a pasarlo bien, era una sala de esas en las que a nadie le importa lo que hagas, si no llega a ser por Mónica y por el alcohol que había tomado yo estaría muy incómoda en aquel ambiente, veía como había parejas al fondo haciendo sexo oral, o como en la pista de baile se besaban y tocaban muy sensualmente y allí empezó todo cuando dos hombres que no bajaban de los 60 años nos entraron queriendo bailar con las dos, Mónica enseguida aceptó, pero yo me encontraba más cohibida, la verdad que me dejaba llevar por ella y por las copas que continuamente nos estaban invitando, al cabo de los minutos ya dejábamos las dos bailábamos desinhibidas en la pista, estirando los brazos hacia arriba contoneando todo el cuerpo mientras que ellos lo recorrían con sus manos como si estuvieran terminando de hacer una escultura.
Todo fue muy rápido, demasiado como para darme cuenta por qué al poco tiempo Mónica y yo estábamos tumbadas en unos sofás del fondo de la sala, la una en dirección opuesta a la otra, pero en el mismo sofá, nuestras mejillas se unían y girando nuestras cabezas podíamos vernos e incluso besarnos, los dos caballeros con los que estábamos se estaban dedicando a quitarnos las bragas a la vez mientras que las dos nos mirábamos sonriendo, fue entonces cuando sentí el placer en la cara de Mónica y mirando por encima de ella podía ver cómo le habían abierto de piernas y de rodillas en el sofá su amante la estaba metiendo la ...
... polla, bombeando lentamente mientras Mónica me miraba mordiéndose los labios, jadeando y gimiendo con cada penetración.
No tarde en sentir lo mismo, no tarde en morder mis labios de placer como Mónica al notar como me sujetaban las piernas hacia arriba abriéndomelas con las manos y sentir un pene atravesar la entrada de mi vagina, empezaba a gemir con cada empujón, empezaba a mirar con el ceño fruncido de placer a Mónica mientras esta hacia lo mismo conmigo, dos hombres que podrían ser nuestros abuelos sobre todo el mío nos estaban follando allí en medio de un montón de gente mirando como nos la metían y como gemíamos de placer, debía de ser muy morboso porque si que parecíamos madre e hija, las dos con vestidos similares, las dos disfrutando de las pollas de dos sexagenarios.
Eran las cinco de la mañana y después de una noche de sexo que no esperaba, estaba sentada en el sofá de la casa de Mónica casi recuperada por completo del alcohol ingerido, sin mi tanga que nunca encontré en el local y analizando la locura que había hecho y no me lo podía creer, como tampoco me podía creer que ahora Mónica tuviera sus dedos en mi vagina metiéndomelos y sacándolos mientras me miraba y besaba.
-Ssshhh Lara, te gusta verdad, tú relájate no pasa nada, déjame hacer. – Mónica susurraba en mis labios, me besaba y los mordía con los suyos muy suavemente, estaba tan entregada a ella que no puse impedimentos, una cosa fue lo de la sala que aunque más grave yo estaba muy desinhibida bajo ...