Madre exhibicionista
Fecha: 20/10/2022,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... reiteradamente a aquel lugar. Sabía que no debía hacerlo, que espiar entre las piernas de mi madre sobrepasaba los límites de la curiosidad por el sexo femenino, pero aquel triangulo blanco invertido me atraía de forma irrefrenable.
No podía creer que mi madre estuviera cometiendo tal descuido y de forma tan continuada, -hasta entonces, mis éxitos habían consistido en ver las braguitas de sus amigas durante los instantes de un cruce de piernas- y menos, cuando conocía perfectamente mis intentonas de espiar a las mismas, pero que lo estuviera haciendo deliberadamente se trataba de algo tan improbable como lo anterior.
Luchaba por apartar la mirada, pero, tras hacerlo, mis ojos regresaban al triangulito blanco invertido sin que mi voluntad pudiera impedirlo en absoluto.
Para colmo de males, y para mi mayor desconcierto, no solo no podía evitar espiar entre sus piernas, sino que empecé a notar que mi miembro entraba en erección.
Podría perdonarme o justificar una pequeña miradita, pero aquella excitación tan manifiesta espiando a mi propia madre, me desconcertó por completo
Anhelado en el triangulito blanco, tardé en descubrir que se había percatado perfectamente del lugar donde enfocaba la mirada, y la sorprendí sonriéndome abiertamente mientras charlaba con sus amigas.
Incomprensiblemente, a pesar que, con aquella sonrisa, manifestaba implícitamente que se había dado cuenta perfectamente de que llevaba tiempo espiando entre sus piernas, lejos de cerrarlas ...
... inmediatamente, mantuvo la postura como si nada estuviera pasando.
Aquello me desconcertó por completo. ¿Se trataba de una prueba para castigarme después? Intenté por todos los medios apartar la mirada y sobre todo evitar la erección, temiendo que, si para colmo se percataba de esto último, el castigo sería de los que se recuerdan toda la vida.
Cuando terminaron de tomar el café y de charlar de los temas más pueriles, se levantaron de la mesa y se dispusieron a llevarse los vasos a la cocina.
Mi madre pasó por mi lado y, tras acariciarme cariñosamente la cabeza, exclamó en voz alta para que lo escucharan sus amigas: “pobrecillo, tienes que salir más de casa con tus amigos, que tarde más aburrida llevas rodeado de señoras parlanchinas”, provocando en las mismas un gesto de aflicción por mí, ya que, sin duda, pensaban que me trataba de un chico tan tímido y aburrido como para vaticinarme una vida de lo más anodina, y sin que yo pudiera contestar con otra cosa que con una sonrisa timorata.
Por fin, éstas se despidieron de nosotros y quedamos a solas. A pesar del tiempo transcurrido, mi erección continuaba en pleno apogeo.
- Ja, ja, ja. No te quejaras, hijo mío. Con el disgusto que te habías llevado al ver que Nuria llevaba pantalones. Al final bien que te has recreado la vista.
- ¿Yo? –Contesté intentando poner mi mejor cara de inocente. –
- No disimules. ¿Es que crees que soy ciega? – Aterrorizado, solo me tranquilizó su evidente sonrisa de complicidad, por lo ...