Madre exhibicionista
Fecha: 20/10/2022,
Categorías:
Incesto
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... tengo tiempo para escucharte… tú ya conoces mis morbos…
- ¿Todos?
- Creo que sí, mamá.
- ¿Desde cuándo fantaseas conmigo?
- Bueno… a decir verdad… al principio solo me atraía la lencería… buscaba el descuido de tus amigas para espiarlas, con poco éxito, por cierto.
- Ja, ja, ja. Lo sabía. Y ellas también, por eso tu escaso éxito. Aunque se perfectamente que a alguna de ellas les excita que las mires así.
- ¿De verdad? No creo…
- Ja, ja, ja. ¿Qué sabrás tú de los morbos de los demás? Siempre has sido demasiado inocente para darte cuenta de esas cosas.
- Ufff. –Evité evidenciar un interés excesivo en conocer de cuál de sus amigas podría tratarse. -
- ¿Y cuándo empezaste a fantasear conmigo?
- Ahora creo que desde siempre, aunque aquello fuera tan vergonzoso para mí como para auto engañarme pensando que no.
- Comprendo. Para mí tampoco ha sido fácil aceptar mis morbos…
- El caso es que cuando me ponía tus braguitas sabía perfectamente que antes habían estado en contacto con tu sexo, aunque fingiera olvidarlo.
- Lo imaginé cuando descubrí que las habías robado.
- Mancharlas de leche era demasiado excitante como para una simple fantasía con otra mujer.
- Claro.
- Luego… cuando te exhibiste ante mí, perdí cualquier reparo en excitarme pensando en ti.
- ¡Y tanto que has perdido los reparos!
- Ja, ja, ja. Anda… ahora cuéntame cómo te iniciaste en esto.
- Bueno… de jovencita, aparte de tímida como tú, estaba acomplejada ...
... porque era algo más rellenita que el resto de mis amigas, a las cuales piropeaban mucho más que a mí.
- Vaya. Nunca has estado “rellenita”, solo tienes caderas anchas.
- Entonces conocí a Nuria, si, la que tú conoces. Era parecida a mí y nos hicimos tan intimas amigas como para compartir cualquier tipo de confidencia.
- Ostras.
- El caso es que salíamos juntas habitualmente y perdimos los complejos notando que los hombres nos miraban con deseo a nuestro paso. Al parecer, a nuestra edad, estar algo rellenitas no impedía que también nos miraran así. Empezamos a hacer apuestas entre nosotras para ver a cuál de las dos nos habían mirado o piropeado más, y juegos inocentes de ese estilo.
- Ufff.
- Aquello pasó de ser un juego a provocarnos un morbo brutal. Como ya te he dicho, éramos tan intimas amigas como para atrevernos a confesarlo entre nosotras. Obviamente, a nuestra edad y con nuestro carácter, por mucho que nos excitara aquello, tampoco queríamos pasar a mayores ni meternos en situaciones “peligrosas”, solo se trataba de un juego excitante que cada vez nos llamaba más la atención.
- Me tienes en ascuas. Mamá.
- El caso es que… sin haberlo premeditado… una tarde, charlando sentadas en un banco de madera de un parque público, notamos la mirada de un cincuentón que se encontraba sentado en otro banco frente al nuestro clavada en nuestra entrepierna. Llevábamos falditas cortas y supimos perfectamente que anhelaba pillarnos en algún descuido para vernos las ...