La suerte ayuda
Fecha: 20/10/2022,
Categorías:
Confesiones
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... los dedos, después metiéndole la polla. Las piernas largas, finas, de duros muslos estrechos, son muy bonitas, parecen especialmente hechas para lucir minifaldas y vaqueros ajustados, lo que hace habitualmente. En conjunto es una tía buena, caliente, que se puede llegar a convertir en un volcán escandaloso en el momento del sexo.
—Pues qué tontería, Damián, tampoco hay que ponerse de uñas porque un tío hable e insulte a su mujer durante el coito para correrse mejor. A mí me gusta porque me excita, ya lo sabes, quizás tu novia se pasa de niña pija o de tenérselo creído. Muchos chochitos lindos no saben valorar lo que tienen, debería estar contenta porque la quieres en vez de hacerle caso a esa lagarta amiga suya. Debe haber algo detrás que tú no sabes
Desde luego Irene siempre me ha aconsejado bien y sabe decirme lo que necesito oír, si además le sumas que estoy callado porque llevo un ratito comiéndole el chocho de la manera que más le gusta, pues como no la voy a querer. Está tumbada boca arriba, atravesada en la cama, con las piernas muy abiertas, debajo, un gran grueso cojín puesto a la altura de la cintura le levanta el culo y el pubis, de manera que llego fácilmente con la boca a ambos y en los dos me detengo un ratito, en especial con la lengua, sin olvidarme de utilizar los labios. Irene se queja suavemente, gime cada vez que toco el clítoris con la sinhueso, y no deja de hablar en voz baja.
—Ay, ay, ay, qué rico me lo haces, cómo me gusta
Llevo ya ...
... varios minutos ocupándome de su erecto gran clítoris. Me resulta muy excitante sentirlo tan grande, poder meterlo en la boca, sujetarlo con los dientes y los labios, estirar de él, notar la gran excitación de la mujer, que poco a poco ha ido subiendo el nivel de sus gemidos y quejidos.
—Sigue, no pares, qué perra me pones; qué golfa soy, qué puta, ¿verdad que sí, mi niño?
No puedo contestar. Estoy agarrado a sus nalgas con las manos, poniendo los brazos por fuera de sus piernas, que mueve de manera más o menos instintiva, incontrolada, al igual que la pelvis, al ritmo de la comida que hago a su clítoris. Una característica de Irene es lo mucho que se moja, la gran cantidad de oleosos jugos vaginales que produce, así que tengo toda la cara empapada de sus jugos y de mi propia saliva. Cuando se corre parece eyacular —si eso existe en las hembras— se moja todavía más y los líquidos parece que los orine por la cantidad y la fuerza con que los expulsa. Todo ello acompañado de un largo grito y algunas frases dichas en voz alta:
—Síííííííí, ay, ay, ooooooh; cabrón, qué gusto me das
Me aparta las manos y la cabeza cuando intento seguir acariciándole —puede llegar a tener como una decena de orgasmos sin demasiado esfuerzo, eso sí, después de los tres o cuatro primeros ya son más cortos y menos intensos— se escapa hacia arriba en la cama y queda recuperándose del intenso orgasmo, con los ojos cerrados, respirando con fuerza, subiendo y bajando su pecho.
—Espera un poquito, ...