1. Humillación extrema de un ser patético


    Fecha: 03/07/2022, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    Nada más entrar nos encontramos a mi madre retozando en el sofá del salón con un chico bastante más joven que ella. Lo suficiente como para que, aun con nuestra escasa edad (diez años), a la cual esas cosas todavía no se aprecian bien, la diferencia de madurez entre ambos resultara evidente. Ella echada sobre el respaldo, él sobre ella sobándole las tetas con ganas y metiéndole la lengua hasta la campanilla. Seguramente ni se dieron cuenta de nuestra presencia, y si se dieron les importó un rábano. Sin hacer comentarios, mi amigo y yo nos fuimos a mi habitación y pusimos música.
    
    Si te parabas a pensar, resultaba evidente que mi padre debía tener más cuernos el pobre que una manada de ciervos, posiblemente por eso yo nunca me paré a hacerlo. No volví a pillarla en tesitura semejante, pero sus flirteos de mirada, tono de voz, sonrisas…, eran suficientemente reveladores. Ella era una puta, mi padre un cornudo y yo un hijo de puta.
    
    Durante un tiempo no trascendió la cosa, pues yo estaba matriculado en un colegio de paga alejado de nuestro domicilio, al cual acudía a diario en el bus escolar, con lo cual no había contacto entre mis familias y mis compañeros y las suyas. El amigo que me acompañó a mi madre era uno de los pocos que en ocasiones venía a casa, y no comentó mucho sobre el asunto.
    
    Un cambio notable supuso el de colegio. Decidido dejar el anterior por una desavenencia entre mis padres y la dirección, y debiendo buscarme nuevo ya en septiembre y con el plazo de ...
    ... matriculación cerrado en casi todos los centros, me inscribieron en el público que tocaba por nuestro domicilio.
    
    Entré de chulito. Siempre he sido bastante cobarde y, siendo repetidor de sexto de EGB, pensé que mi mayor edad serviría para atemorizar a mis compañeros e imponerme como chico malo de la clase. Pero aquéllos no eran chicos de colegio de paga, entre los cuales ya fui siempre totalmente insignificante en ese aspecto, sino de barrio. Más espabilados y maleados. No habrían transcurrido dos meses aún, cuando, discutiendo con un chico de cuarto –aunque creo que también había repetido algún curso-, me cruzó la cara con un bofetón que me dejó la cara roja para el resto de la tarde. Y a ese siguieron varios que no pude contar. Yo intentaba salir de allí caminando con la cabeza gacha y sin pensar siquiera en la idea de defenderme, y él me rodeaba para, encarándome de nuevo, soltarme otra hostia.
    
    A partir de ahí ya me convertí en el tonto oficial, no sólo de la clase, sino del colegio. Me pegaban compañeros mayores, de mi edad y también menores, auténticos niños a veces. Una de las veces, incluso me pegó una compañera de clase, muy guapa además, por cierto. Morenaza alta y bien plantada. Fue poco después de aquélla primera ensalada de tortas. No habiendo trascendido mucho la cosa, pues, además de mi agresor y yo, sólo habían dos chicos más allí ese día, todavía no debía haber renunciado yo del todo a mis aspiraciones de chulito, y el hecho de que fuera chica propició ...
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