Me gustaría compartir una historia con vosotros que me ocurrió hace ya tiempo y de veras que me dejó impactado y con una sonrisa de oreja a oreja.
Soy un hombre casado de treinta y pocos, mi mujer Sonia y yo tenemos un par de hijos, y entre trabajos, labores domésticas y los niños como que no nos podemos dedicar tanto tiempo para nosotros como quisiéramos.
Un día hablando con una amiga le mencionamos el poco tiempo que teníamos para los dos y se ofreció gustosamente a cuidar un día de los niños; aceptamos encantados.
Quedamos por separado en un bareto de copas en el que solíamos parar cuando éramos novios, para tomarnos unas copitas, después cenar en un buen restaurante y después buscarnos un hotelito donde pasar la noche y echar unos polvos con tranquilidad.
Cuando llegué ella ya estaba allí, con un vestido corto y medias de rejilla, taconazos y el pelo recogido con un moño precioso. Mi mujer tiene un cuerpazo de veinteañera que intimida, hace mucho ejercicio y no parece que haya tenido ningún embarazo, es más, los embarazos la mejoraron ya que le dejaron de propina unos enormes pechos y unas curvas perfectas, aparte siempre ha sido muy guapa, con esos ojazos azules, ese pelo largo castaño claro y esos labios carnosos que cuando se los pinta uno no puede pensar nada más en que te la chupe.
Había un moscardón flirteando con ella que se fue nada más llegué y la besé mientras le pegaba una cariñosa palmadita en el trasero. Nos tomamos un par de copas y nos ...
... fuimos a cenar.
Salimos del restaurante y por el camino hacia el hotel nos encontramos un sex-shop y entre bromas y risas, (y el par de botellitas de vino que cayeron en la cena), decidimos entrar a ver si comprábamos algún juguetito para darle un poco más de morbo a la situación.
Ella estaba muy cortada, nunca había entrado en un local de ese tipo y le costó trabajo entrar. Cuando entró se puso colorada al ver que los dos o tres clientes que había y el dependiente se quedaron fijamente mirándola, la verdad es que se la estaban follando con los ojos, ésto, por cierto, me dio mucho morbo.
El local era grandísimo, y mientras buscábamos el juguetito apropiado ella vio el pasillo de las cabinas y le picó la curiosidad. Le expliqué como funcionaba, que uno entra, echa monedas y ves porno de todo tipo mientras te pajeas. Miró varias veces hacia los lados, y al no ver a nadie se metió rápidamente en una cabina, y desde dentro me dijo: “Entra y cierra que aquí me vas a echar el primero”. Joder como le había sentado el vino a mi chica.
Introduje un billete y me puse a elegir un canal a mi gusto. Ella se remangó el vestido, y el verla con esas medias de rejilla, con liguero, y echándose el tanga hacia el lado me puso a cien.
Se sentó en la butaca me miró con ojos de zorra y me dijo que le comiera el coño hasta correrla.
Joder como me pone mi mujer, lo guarra que en determinados momentos puede llegar a ser. Empecé a rozarle suavemente el clítoris con mi lengua e ...