1. Mundo salvaje


    Fecha: 23/02/2019, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... dónde estaba Adán, cuando Eva, su mujer, folgaba con Caín, su hijo; cuando Caín la preñaba de Henoc?
    
    Ana, derruida anímicamente, se tapaba los oídos con ambas manos, tratando de no oírle, pero era inútil, pues él estaba a su lado, gritándole todo cuanto le decía y ella, a su vez, gritándole también a voz en grito “¡BASTA, BASTA YA! ¡CALLA, POR DIOS, ¡CALLA! ¡NO SIGAS, POR DIOS, YAGO, POR DIOS; ¡POR DIOS TE LO RUEGO! ¡CALLA, CALLA!”mientras corría, huyendo de su hijo, de la casa, con él a su lado, gritándole también sus palabras, esas palabras que la aterrorizaban. La acompañaba en su huida sin impedirle andar, correr; ni se le cruzó en su camino, ni, tampoco, intentó retenerla; sólo eso hacía, correr a su lado, con ella, hasta que llegaron a la puerta. Ana siguió corriendo, playa adelante, como loca, tapándose aún los oídos para no oírle, aunque en vano, pues más que nítidas llegaban a ella las palabras de Yago, gritándole desde la puerta.
    
    —¡MUERTO MADRE! ¡ADÁN ESTABA MUERTO! ¡LO HABÍA MATADO CAÍN, ¡PARA ARREBATARLE A SU MUJER, EVA! ¡EVA, SU MADRE, SU PROPIA MADRE, FUE LA MUJER DE CAÍN, TRAS DE QUE ÉL MATARA A SU PADRE, EL MARIDO DE EVA, PARA QUITÁRSELA, ¡APODERARSE DE ELLA!
    
    Ana corría, como loca, desquiciada, playa adelante; ya no le oía; ya no oía a su hijo, pero sus palabras retumbaban en su cerebro. Y esos ecos que en su cabeza sonaban como cañonazos, la estaban volviendo loca, destrozándola, moral y físicamente. Corrió y corrió hasta que no pudo más, hasta ...
    ... que sus energías se agotaron. Cayó al suelo, descuajeringada, y rompió a sollozar como, posiblemente, jamás lo hiciera. Deseaba morir; morir, de una maldita vez.
    
    Serían sobre las seis cuando Ana se encaminó de regreso a casa; lo hacía cansada, desanimada, insegura, con el miedo en el cuerpo, temiendo encontrarse con su hijo a solas, sin su marido. Llegó y, con el corazón en un hilo, empujó la puerta; al momento, alma y corazón, se le ensancharon: Dentro estaba Juan, su marido, su idolatrado marido, pero de Yago ni rastro. Nada más entrar, preguntó
    
    —¿Y Yago?...
    
    —Aún no ha vuelto. No debe tardar ya…
    
    Y entonces sí que Ana vio el cielo abierto. ¡Su hijo no estaba, sólo su marido! Se precipitó hacia él, le echó los brazos al cuello y le besó; le besó en los labios, en la boca, reclamando a ésta paso franco a su lengua, que entró en la del marido, morreándole como pocas, muy pocas veces lo hiciera, cosa que dejó a Juan turulato, pues hacía meses que su “santa” no le administraba tal “tratamiento”, con lo que le inquirió cuando le dejó hablar…y respirar
    
    —Pero, ¿se puede saber qué te pasa, Ana?
    
    —Que te quiero mucho, marido; que me tienes loquita por ti… Eso es lo que me pasa…
    
    Y otra vez la burra al trigo y Ana al inmoderado “morreo”, que Juan estaba que hasta las lágrimas le saltaban de puro gozo Y a ver, que “er probetico” se entusiasmó tanto con el “tratamiento”, que las manitas se le fueron al pan, que me diga, a los pechos de su “parienta”, con lo que ésta, ...
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