Examen oral
Fecha: 24/06/2018,
Categorías:
Sexo oral
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... faltaba, y eso me agrado más. Me tragué ese y cada uno de los disparos siguientes. Cuando aquel delicioso pene dejó de escupir, lo saqué para verlo de cerca. Era precioso, enorme y grueso. Le quedaba una gota de semen en la punta, la tomé con el dedo, y la lleve a mi boca. La saboreé como nunca.
El profesor estaba sentado en el suelo. Seguía masturbándose. Gateé hacia él, le quité la mano de su pija, y me la metí a la boca. Bastó con tenerla unos segundos dentro, para que explotara en una corrida fenomenal. Su leche era más bien amarga, pero no por eso menos rica. Seguí chupando hasta qua ya no salió más. Hasta que el cincuentón me apartó, porque le dolía su capullo de tanto lengüetazo.
Cuando pretendía levantarme, sentí una lengua sobre mi clítoris. Era Pedro, arrastrándose debajo de mi cuerpo, había hecho a un lado mis pantaletas. Estaba tan concentrada en mamar la polla del profesor, que no me di cuenta cuando llegó a mi entrepierna, pero igual se lo agradecí. Estaba muy excitada, pero necesitaba un poco de ayuda para terminar. Tomó mi botoncito entre sus dientes. Lo mordió ligeramente. Estaba en la gloria. En pocos segundos ...
... llegó un orgasmo impresionante. Bañé su cara con mis jugos. Se los bebió todos, limpiándome después a mí. Se incorporó, y yo también.
Después de todo, los tres habíamos disfrutado del momento. A Pedro se la habían mamado dos personas a la vez. Al cincuentón no le desagradó del todo haber sido una de ellas; además, yo también me encargué de él, como era su deseo en un principio. Y yo, bueno, disfruté de dos buenas herramientas y me corrí como hace algunos días no lo hacía. Los tres nos acomodamos la ropa y el cabello, y salimos de la oficina. El profesor se fue a su casa, con su esposa. Prometió ponerme un cien, pero le advertí que guardaría las evidencias de todas maneras. Pedro y yo nos fuimos juntos. Había acordado salir con él a cambio del favor que me acababa de hacer. Creí que sería un martirio hacerlo, en verdad que era feo el pobrecito, pero después de ver semejante verga, ya no pensaba lo mismo. Me invitó al cine. Me pareció muy tierna su oferta tan inocente. Tuve que rechazarla, yo deseaba ir a otro lugar, a uno donde pudiera probar yo sola ese majestuoso pene. Cuando le dije que dejaría que me follara, no tardó en decir que sí.