Fecha: 24/06/2018,
Categorías:
Sexo oral
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... púrpura. Debió haber estado muy excitado, porque el lubricante escurría por el tronco, a chorros. Estuve a punto de metérmela en la boca cuando me lo ordenó, pero debía apegarme al plan. Me levanté del sillón. Caminé hacia la puerta y la abrí. De inmediato, entró mi compañero, a quien me había encontrado en el pasillo minutos antes. Apuntando hacia el pene erecto del profesor, disparó su cámara. El potente flash lastimó un poco los ojos del modelo. Luego de sobarlos, me hizo una pregunta, al mismo tiempo que guardaba su miembro.
-Pero, ¿qué significa esto? ¿Quién se ha creído para hacerme esta jugarreta?
-Alguien muy lista, profesor. Ahora tengo pruebas de lo que intentaba hacer. Además de la foto, he grabado nuestra conversación con ésta grabadora. La tenía guardada en mi bolsillo, y usted, ni cuenta se dio.
-¿Cómo se atreve, niña estúpida? Esto lo...
-No, no, no. Cuide su vocabulario. Recuerde que lo tengo en mis manos. Si no quiere que las autoridades de la escuela, y las judiciales, se enteren de todo, será mejor que sea más amable.
-Y, ¿qué quieres a cambio de quedarte callada? ¿De seguro me vas a pedir un cien? ¿Verdad?
-Bueno, sí, si le voy a pedir eso, pero también algo más.
-¿Qué? Habla ya.
-Quiero que sigamos con el examen oral, pero que ésta vez lo haga usted.
-¿Quieres que te practique sexo oral? Bueno, eso no es muy inteligente de tu parte. Si pensaste que eso me molestaría, estás muy equivocada. Voy a disfrutar de comerme ese ...
... coñito, con el que tantas veces he fantaseado.
-Y, ¿quién dijo que el examen va a ser conmigo? Ándale Pedro, a lo que viniste.
Pedro, como se llamaba mi compañero, se bajó los pantalones y el bóxer hasta los tobillos. No se si la situación le había parecido excitante, o si era la idea de que un profesor se la chupara, pero ya la tenía como piedra. El cincuentón se veía indignado, pero yo estaba sorprendida. Ese compañero al que todas rechazábamos por feo, se cargaba un instrumento digno de admiración. Su grosor y tamaño eran impresionantes. Las venas se le marcaban demasiado, como si fuera a explotar. El glande era rojizo y se apreciaba perfectamente, ya que estaba circuncidado. A pesar de su gran longitud, estaba durísimo, y apuntando al cielo. Se me hacía agua la boca nada más de verlo. Sentí envidia del profesor, y por poco le pido cambiar de lugares, pero debía seguir con el plan. Le ordené que empezara a mamársela a Pedro.
Quien antes se sentía el rey del mundo, con una adolescente a sus pies, a punto de hacerle una mamada, estaba furioso. Me miraba con ojos de querer matarme, aumentando mi diversión. Se podía adivinar que el profesor era el típico macho, de esos que odian a los homosexuales y tratan a las mujeres como simples objetos. El saberse sin salida, sin otra opción que practicarle sexo oral a ese muchacho de falo impresionante, debió haber sido peor que la muerte para él. El simple hecho de imaginar la humillación que aquello le significaba, me excitó. Mis ...