... ingresaba lentamente sobre mi lengua hasta el fondo de mi boca, atragantándose, mientras mis manos apretaban con desesperación empujando hacia afuera para no caer asfixiado. Mis manos pueden dar testimonio de todo el trozo que quedaba fuera. De pronto, me dió una salvaje embestida dejándolo por más tiempo embutido. Sentí sus palpitaciones y una hinchazón adicional, pensé que iba a explotar como un volcán en mi garganta entreabierta, inundándose de néctar´ caliente saliendo a borbotones, mientras me esforzaba por hacerlo retroceder un poquito para respirar más libremente, Claudio, con sus manos agarradas en mi nuca, lo hundía más y más. Sólo necesitaba urgentemente una bocanada de aire que ingresó escasamente por mis narices...
Sentí que jadeaba como bestia acorralándome en sus dominios, después de varios instantes, retrocedió lo necesario para besar y ordenar que me desvistiera de inmediato, ayudando a cumplir su mandato. Cuando quedé en ropa interior, vio que tenía puesto calzones blancos... Veo que no estaba equivocado, susurro pecatomitosamente. Yo tampoco, respondí con malicia. Rápidamente quedó en piel, mientras lo miraba bajando mis calzones. Estaba tenso, más que cuando me senté por primera vez a su lado. Me ordenó con una suave sonrisa, que apoyara mis rodillas en el sofá e inclinara mi cuerpo con mis brazos sobre el respaldo del sillón, abriendo un poco mis piernas con sus manos.
Me tomó de la cintura rodeándola como un lazo y la empujó lentamente hacia fuera ...
... del borde del sillón. Mis nalgas, naturalmente se levantaron, puesto que quedaron un poco más arriba que el nivel de mi espalda. Me sentí más cómodo en esa posición y comencé espontáneamente a relajarme con la ayuda tierna de sus manos que se deslizaban desde mis hombros en busca de mi trasero. Desde el primer día que vi a Claudio, descubrí que nos aparearíamos en cualquier momento. Era cosa de tiempo. Por tanto, todos los días al atardecer, me volvía a duchar y asear con cuidado el interior de mi trasero. Después, me lubricaba profundamente, y me ponía calzones de colores y salía a la puerta de mi casa a esperar su aparición en la calle. Siempre era puntual su aparición.
Después de entrar a su casa, al poco rato salía con un bolso de compra en dirección al negocio donde nos saludamos la primera vez. Yo de inmediato, repleto de fantasías, caminaba al mismo lugar con algún pretexto. Buscaba una oportunidad y ahora la estaba viviendo con ansiedad. Con sus dos manos, abrió mis nalgas y puso en la entrada su pico largo, grueso y duro. Con unas cuantas palmadas en el trasero, disipó de inmediato mis pensamientos, volviendo a la realidad. Humedece con saliva su órgano sexual y lo ubicó en el lugar preciso para comenzar su expedición. Empujó con decisión un poco y se detuvo, respondiendo con un gemido que se escapó de mi boca. Puso una de sus duras palma en mi boca para taparla antes del segundo empujón, con la otra mano me tenía agarrado firmemente del pelo. Relájate y no opongas ...