... camino al negocio de la esquina. Detrás de los cristales de la ventana les mostré tu persona. Quedamos de acuerdo de invitarte este fin de semana. Pero Claudio, ¿por qué no me lo comentaste ayer? susurre tímidamente.
Me miró con la paciencia que tienen los amantes al acecho del momento oportuno. Necesitaba algo de tranquilidad y sentirme más seguro. Ahora, es el momento para conocernos. Yo no quiero que tú te marches a tu casa y tú tampoco deseas dejarme solo tan pronto. Ambos descubrimos el silencioso discurso que habían pronunciado los instintos, ahora sólo faltaba completarlo a viva voz.
Se levantó en busca de cigarrillos y a los pocos instantes, volvió con un cigarrillo encendido. Se acercó por detrás de la silla, con una mano me acarició el pelo y su boca buscó mi oído susurrando que chupara una bocanada de tabaco. Lentamente, mis labios húmedos cumplieron la ordenanza. Tomé su mano y me la puso en la boca. El humo del cigarrillo, formó círculos concéntricos hasta desaparecer en las alturas del comedor. Tomó una de mis manos y después de un suave apretoncito, me invitó a sentarnos en un amplio sofá antiguo de color rojo.
Como de costumbre, frente al sofá se encontraba a poca distancia un televisor grande apagado. Nos sentamos uno al lado del otro. Me tiritaban las piernas sin decir nada. Después de unos instantes de pavor, puso una de mis manos arriba de su pantalón donde estaba su sexo, Lo sentí moverse atrapado en su jaula de género. La imaginación voló ...
... como una mariposa de colores. Era fuerte como un roble. Me acercó, rodeando con uno de sus brazos mi cabeza y me besó la boca intensamente con dulzura. Lamió mi cuello y prometió hacerme su hembra. La calentura recorrió nuestras pieles, apoderándose de nosotros. Se levantó del sofá y dejó su sexo al desnudo frente a mi. Mis ojos lo volvieron acariciar, pero ahora con asombro y en otras circunstancias muy distintas a las de hace sólo algunos momentos. Es largo y robusto. Tomó con sus dos manos mi nuca y lo puso delante de mi boca entreabierta de pánico. Lo deslizó suavemente a lo largo de mis labios encantados y perplejos.
Sentí su aroma de macho ardiendo y poco a poco y sin ninguna insistencia, la abrí de par en par otorgándole una maravillosa bienvenida. Apenas, pudo ingresar algunos centímetros al principio, necesitaba relajar mis nervios. Mientras me tranquilizaba, mi lengua recorrió toda su piel y los dos frutos que cuelgan adecuadamente para dar toda su perfección, Después de varios minutos de placer, él la volvió ingresar para que se hunda más y más hasta llegar al fondo de mi garganta y dejarme lujuriosamente sin aliento. Ahora, puede recorrer todo mi húmedo territorio, entrando con algunas dificultades y saliendo de prisa sin mi permiso, para volver a entrar una y otras innumerables veces más…
Mis manos, una sobre la otra, las tenía puesta firmemente donde nace en sus raíces esa maravilla que tenía en mi boca. Sentía cada centímetro de espesor y dureza cuando ...