38.3 Dolor que no cesa
Fecha: 19/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos
... consume.
—Mañana le meterán en el panteón, me ha pedido María que les acompañemos, será un momento íntimo y de poca gente, debemos estar con ellos en ese momento.
Mi madre me tenía el programa preparado, sabía que era mi obligación estar allí y más cuando María lo pedía, pero hubiera preferido estar lejos, trabajando ya en York con mis compañeros.
Sábado
La noche había sido eterna y mis pesadillas me despertaron un par de veces angustiado y sin respiración. Me observé mientras me afeitaba, tenía unas ojeras que no me favorecían y me daban la apariencia de estar famélico.
Bajé al garaje para recoger el coche y esperar a mis padres a la salida de la casa. Hoy todo el mundo aprovechaba el descanso del sábado y había poca circulación. Como dijo mi madre, estaba poco concurrido el acto, aparte de la familia los amigos de toda la vida y que tenía que abrazar. Lo evité ayer saliendo por la puerta trasera de la iglesia y ahora era inexcusable el saludo y abrazos a todos ellos.
En la capilla del cementerio, donde había pasado la noche el féretro, un sacerdote improvisó unas palabras de despedida y cada uno le dijimos adiós a nuestra manera en nuestro corazón.
Los operarios ultimaban su labor, en unos minutos habían levantado el tabique de ladrillo dejando detrás el féretro, el rascar de las paletas estirando el cemento resultaba estremecedor.
No quería despedirme de nadie, no en ese momento en que sentía que íbamos a dejar allí, solo y envuelto en el frío a mí ...
... amigo. Giré mi cuerpo para seguir a los que ya desfilaban hacia el pasillo central.
Borja sujetaba a Gonzalo del brazo, tenía ganas de llorar, pero me alegré, la petición de Ál, su última palabra pidiéndome que cuidara de Gonzalo estaba resuelta, había alguien que se ocuparía de él y me sentía…, ¿liberado?
Mis padres caminaban delante de mí y llegué a los panteones que estaban enfrente de la puerta de acceso al cementerio, miré distraídamente aquel del que no veía el significado, tenía como guardianes de la puerta dos ángeles, uno blanco y otro negro.
—Daniel, espera un momento. –me di la vuelta, Gonzalo se acercaba a paso rápido.
—¿Te marchabas sin decir adiós?, ¿sin despedirte? –vi el dolor reflejado en sus ojos.
—Ya le hemos dado nuestra despedida. –luchaba porque mis lágrimas no afloraran y empezaran a correr.
Borja se había detenido sin acercarse a nosotros y el resto estaba hablando en la puerta del cementerio o montando en sus vehículos.
—Nos vamos esta tarde, si lo deseas podemos llevarte con nosotros. –le miré detenidamente, estaba igual que cuando me recibía, esperándome a que bajara del autobús en el liceo para coger mi mochila y aliviar mi carga, cuando mis sueños de niño me llevaban a imaginarnos siempre juntos, unidos sin que nada nos separara.
—Tengo todo el viaje programado y además quiero pasar estas horas con mis padres, pero te lo agradezco, de verdad. –se acercó a mí y me di la vuelta para ir hacia donde están los demás, se colocó a ...