38.3 Dolor que no cesa
Fecha: 19/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos
... entre el público como pudimos y entramos en la iglesia, había un grupo de música de cuerda interpretando piezas de cámara. Los frescos de Ramil lucían iluminados, en especial la Virgen de las Mercedes que presidía el altar mayor. Siempre me había admirado el que siendo una pintura parecía coger volumen para convertirse en estatua.
La iglesia fue incapaz, a pesar de su tamaño, de contener al público que acudió y parte de él tuvo que quedar fuera. El altar fue ocupado por los sacerdotes de la parroquia y algunos que acudieron del colegio, entre ellos faltaba don Silverio.
Nico y yo salimos rápidamente por la puerta trasera y giramos para atravesar el parque que la rodea evitando la puerta principal, teníamos que ir a casa y recoger su equipaje.
Llegamos al hotel donde estaban hospedados sus padres, aún no habían vuelto del funeral y nos sentamos en la cafetería, tras la vidriera mirando al muelle, había pocos paseantes que temerosos de la lluvia apresuraban el paso.
—Tenemos pendiente nuestra excursión a Dunquerque. –la voz de Nicolás me sacó de mi abstracción, le sonreí tímidamente.
—Ya hablaremos de ella, como tu dijiste los carnavales allí son muy largos.
—¿Estarás bien Daniel? –cogió mi mano para acariciarla.
Estábamos para terminar nuestra consumición cuando llegaron sus padres, no hubo abrazos, pero al menos sonrieron y no me miraban de la forma en que lo hacían en el verano, en aquella comida de Vitoria que resultó un desastre.
Se sentaron ...
... esperando la llegada de su chofer, la salida del garaje estaba en el jardín delantero del hotel, justo en la fachada contraria de donde nos hallábamos. Despidieron al camarero que se acercó, no deseaban tomar nada y nos sentamos, la conversación resultaba insufrible y Nico hablaba con su madre.
Agradecí la llegada del chófer para recoger la maleta de Nico y avisarles que todo estaba preparado para partir. Intenté sonreírles amistoso en la despedida y nos dejaron solos.
—Llámame cuando llegues a Inglaterra para saber que has llegado bien. –le suponía un esfuerzo separarse y a mí también.
—Estaremos en contacto, no te preocupes tanto de mí. –su abrazo y sus besos fueron cálidos y ansiosos, como si fuera una despedida para mucho tiempo y se tratara de un larguísimo viaje.
Les vi desaparecer por la ancha avenida en dirección al acceso de la autopista, yo comencé a andar por la acera en el sentido contrario. Pasé delante de la casa de María, estaban encendidas todas las luces de la casa, se podían ver los grandes ventanales a través de los árboles, con las ramas desprovistas de hojas, esqueletos en la noche.
Nos separaba la arboleda de los tilos y la ancha avenida con mucho tráfico a esas horas, a pesar de la distancia sentía la tristeza de la casa, aunque luciera iluminada.
Fui incapaz de meter algo en mi estómago y para dejar contenta a mi madre tomé un yogurt.
—Has adelgazado, deberías cuidarte y comer algo más.
—Es por el ejercicio mamá, la natación me ...