... de lo más común de su repertorio, se percató días después de la ausencia de las mismas, sin que hubiera otro posible culpable que yo.
- Oye…. Una cosa…. ¿Se puede saber qué haces con mis braguitas? – Su rostro y el tono de voz, aunque tan dulces y cariñosos como de costumbre, denotaban firmeza en la pregunta.
- ¿Cómo? ¿qué? – Balbuceé, deseando que me tragara la tierra en aquellos instantes -
- Vamos a ver… que ya soy mayorcita y se perfectamente a lo que se dedican los chicos de tu edad para entretenerse. Hace tiempo que noté que rebuscabas en el cajón de mi lencería, y hoy he ido a ponerme mis braguitas más cómodas y no están. – Me puse colorado como un tomate y hasta me faltaba el aire para respirar. –
- Pero yo… no… ¿yo?... pero…
- Venga, no te enrolles y devuélvemelas. Ya me di cuenta hace tiempo de como intentas espiar bajo las faldas de mis amigas para verles las braguitas, bueno... hasta ellas se han dado cuenta y tienen más cuidado de cerrar las piernas cuando te sientas frente a nosotras. No me obligues a registrar en tu habitación.
- Pero mamá…. Yo…. no…. – Se me cayó el mundo encima. No sólo había descubierto la sustracción de sus braguitas, sino que también se había percatado de las miradas obscenas que lanzaba a sus amigas, me faltó ponerme a llorar. -
- Tranquilízate que parece que te va a dar algo. Que no te voy a castigar, ya te he dicho que sé que los chicos de vuestra edad tenéis que desfogaros…. – la vi sonreír, y aquello me ...
... tranquilizó algo, aunque mi vergüenza no podría ser mayor. –
- No… es que…. – Abochornado, seguía sin poder contestar algo coherente. -
- Venga, vamos a tu dormitorio y las sacas del escondite.
Hundido, arrastrando los pies como si me dirigiera al matadero, y seguido por mi madre, no tuve más remedio que acudir allí. Me aterroricé al recordar que nos las había lavado y que las manchas de semen serían evidentes.
Me subí en una silla para poder alcanzarlas. Arrugadas, por lo menos estaban secas, y deseé que milagrosamente se encontraran libres de manchas.
Evidentemente, no fue así.
- Pero bueno. ¡Menudos manchurrones! ¡Si has disfrutado con ellas, si! –Exclamó mi madre divertida al desplegar sus braguitas y observar los cercos amarillentos que copaban la parte delantera de las mismas. –
- Perdón…. Perdón…. –Volví a balbucear y con lágrimas en los ojos. -
- No pasa nada. Eran las más cómodas que tenía, pero puedes quedártelas, no te voy a castigar, ya te he dicho que se cómo sois los chicos de tu edad, no vamos a hacer un drama de esto.
Mi madre me abrazó tiernamente dejándome a solas en mi habitación unos segundos después. Algo más tranquilo, pero igual de avergonzado, me quedé con sus braguitas en la mano y aliviado por tener una madre tan cariñosa y comprensiva.
Ni que decir tiene que, a pesar de su tolerante o comprensiva reacción, el sentimiento de culpa y la vergüenza no me abandonaron tan fácilmente y los días posteriores, ante cualquier intercambio de ...