... boca. Con un pequeño gesto, le hizo tendiese en la cama, boca arriba. Él se puso frente a ella, y agarró con cada mano sus tobillos, alzando y estirando sus piernas. La visión de ella, enfundad en su vestido, tumbada, con las piernas abiertas era toda un invitación. Se inclinó sobre ella y subió el vestido hasta la cintura, dejando a la vista las bragas que con dos dedos de cada mano retiró lentamente. Después hizo lo propio con los zapatos, tras lo que dejó las piernas apoyando los tobillos sobre sus hombros. Con sus manos recorrió sus piernas acariciándolas a lo largo de las medias, recreándose con la situación.
Se volvió a inclinar sobre ella, pero esta vez sus rodillas eran las que quedaron apoyadas en sus hombros. La vulva quedó frente a sus ojos, con lo que tras una fugaz mirada a los ojos de ella, hundió su cara entre aquellos muslos. Besó suavemente su vulva, bajando después más su cabeza y ahora con la lengua recorrió sus labios de abajo arriba, despacio, una y otra vez, notando sus fluidos, cada vez más abundantes. Llegó a su clítoris, duro y húmedo, acariciándolo con toda la delicadeza que pudo. Mientras jugaba con él, introdujo un dedo en su vagina, con toda la facilidad y lubricación. Repitió los movimientos una y otra vez. Cuando los gemidos de ella arreciaron, introdujo otro dedo en su vagina. Con ambos dedos buscó los recovecos de su interior, palpando cada centímetro, tratando de adivinar dónde estaba el punto mágico que la volvía loca. Lo encontró, ya ...
... que los gemidos de ella eran cada vez más fuertes y los fluidos más abundantes. Aumentó la frecuencia de sus lametones en el clítoris, manteniendo la suavidad. En poco tiempo ella comenzó a contornearse, a arquear su cuerpo, abriendo la boca. Mantuvo estos movimientos, acelerándolos, mientras ella comenzaba a dar pequeños temblores. De reojo observaba como ella misma se estaba pellizcando los pezones, por encima del vestido… En breves instantes, todo su cuerpo comenzó a temblar, haciéndose los gemidos un pequeño grito, entrando en un fuerte y profundo orgasmo.
Se apartó de sus muslos, que ella rápidamente recogió, alargando e intensificando el orgasmo. Aprovechó esos instantes para buscar un condón en la chaqueta que se puso con facilidad debido a que mantenía aún una notable erección. Volvió a tomar sus tobillos y los apoyó en los hombros nuevamente, inclinándose sobre ella. Al tiempo que ella abría los ojos, hundió su polla en la temblorosa vagina. Lentamente, siguió penetrándola con suavidad, hasta quedar totalmente dentro de ella. En ese momento, acercó sus labios a los de ella. En esa postura repitió suavemente la operación, sacando casi totalmente su polla de su interior y volviéndolo a meter. Pudo notar como aún ella sentía temblores de su orgasmo y el punto de lubricación ideal para que entrase y saliese sin dificultad. Se irguió hacia atrás, tomando con sus manos los tobillos nuevamente y mirándola a los ojos aumentó la fuerza y frecuencia de sus embestidas. Repitió ...