... prisas y ella se dejó hacer, cuando saqué mi dedo no quise dejar su boca expuesta tal como estaba sin mí, dolía, si dolía de modo que la cubrí con la mía, nuestros labios se besaron una vez más, con solo maneras que ella y yo sabíamos, desde que la besé por primera, desde que no pude separarme de ella.
Ese día mi mundo estaba más solitario que nunca, yo de verdad no tenía a nadie, mis padres habían fallecido cuando tenía 4, yo estuve pasando de casa de acogida en casa de acogida hasta que pude valerme por mí misma en cierta medida, a mis 19 tenía problemas de dinero, vivienda, acoso... De todo. Pero ella era un sol de medianoche, en mi oscuridad ella brillaba, estábamos en un parque, tan cerca que podía oír su desbocado corazón, de repente se abrazó a mí y me besó.
Le abrió paso a mi lengua y yo me devoré su boca, el estar así era más necesario que respirar, más necesario que vivir, ella trató de entrar en la mía y la dejé, la dejé como desde el primer momento en que me di cuenta de que sin ella estaba muerta, que sin sus besos el mundo puede bien irse al demonio.
Me siguió besando con ternura y pasión, respirando su aliento, consumiendome en su ser, sufriendo si se alejaba.
Mis dedos no dejaban de acariciarla, su espalda, sus brazos, su garganta. Eramos pulsos, eramos cargas electromagnéticas atrayendonos constantemente. Sus manos no se quedaron quietas y llegaron al broche de mi brassier, cuantas veces había hecho eso y aún seguía excitandome, lo retiró entre ...
... caricias y pequeños roces nerviosos cuando hubo caído en alguna parte de esa habitación atraje su cabeza sobre mí, mis pezones siempre habían sido sensibles y muy fáciles de estimular y ella sabía cómo hacerlo, el toque de su boca en ellos me dejó mareada y anhelante, mantuve su cabeza cogida por la nuca mientras jadeaba fuertemente. Su lengua me arrancaba espamos y de seguir el tiempo suficiente me hubiese corrido solo con eso, ardía toda.
Pero yo también quería darle el placer que se merecía, quería que su cuerpo estallara en colores y emociones.
Me levanté con ella encima de mí y la recosté por completo, mis manos fueron solas hasta su brassier y lo retiraron con parsimonia y protocolo, procuré que mi deseo no fuera demasiado presuroso ni lanzado aunque ante una mujer como ella mis sentidos se volvían frenéticos, pero no, esa noche era especial.
Volví a besar su boca, luego exploré su cuello con pequeñas succiones y llegué a sus hermosos pezones erectos, los lamí con devoción, los succioné, los mordí, los besé. Sus pequeños pero firmes senos eran una delicia, nunca me cansaré de ellos.
Luego se unos segundos sentía mi humedad escurrir en mi entrepierna, bañar mi ropa interior y llegar a mi pantalón, mi excitación era descomunal y quería que ella sintiera lo mismo que yo, sin más tardanza le arrebaté sus pantalones llevándome también sus braguitas, ella hizo lo mismo con mi ropa.
Completamente desnudas, completamente abrazadas, completamente unidas, yo me ...