Se aferró a mí con un sollozo, su piel, su piel me quemaba a través de la ropa, era como un fuego filtrado, cómo un magma interno, respiraba entrecortadamente, su cuerpo temblaba, toda ella era cuerdas de una guitarra, tensa, tirante, tenía miedo de tocarla.
-Tócame, tócame ya... - dijo en medio de un susurro
-Mi amor...
Estábamos abrazadas en un enlace íntimo y silencioso, sus brazos en mi espalda los míos en la suya, sus piernas sobre las mías, la sensación de su cadera ligeramente apoyada en mí, completamente vestidas, sentadas en la cama de un hotel que me pareció el más apto para una noche como esa.
Lentamente sus dedos temblorosos se abrieron paso a través de mi blusa de botones, desabrochando con nerviosismo las pequeñas piezas de marfil, había traído mi mejor camisa para ella, de un momento para otro me dejó en con solo brassier. Me contemplaba con la mirada de los antiguos en las estrellas, con las ansias de Eva por el fruto prohibido, con la timidez de una solitaria muchacha de 22 años, toda ella era expresión.
El roce de sus manos en mís hombros trajo consigo al mismo tiempo el derrumbe de la conciencia y el despertar de una lucidez pasional.
Desde que nos conocimos en aquella noche de luna me supe de ella, mi espíritu me abandonó con la certeza de un destino sin más soledad, en esta vida, y tal vez en la otra.
Esa vez ella me miró sin disimulo, sin pena ni vergüenza, yo también la vi así, ni siquiera nos conocíamos, esa era la primera vez que ...
... nos encontrábamos.
Y así como ella llegó se fue, no hablamos, solo nos vimos a los ojos pero yo desde el primer momento supe que era la indicada, era ella.
Mis manos subieron su blusa blanca, sacándola de una vez y tirándola lo más lejos posible, aunque era hermosa y mi favorita esa noche no se la pondría más. Con delicadeza firme, con la impronta de mis manos toqué su dedos, sus palmas, sus muñecas, "Let us burn", subí por sus antebrazos, rodeé sus codos, me perdí en sus bíceps semiendurecidos para aparecer sobre sus hombros como el ascender del sol.
Luego del recorrido reposé aferrada al igual que ella, ambas éramos seres puros en deseo y dolor, tan sensibles que cada caricia se sentía bajo la piel, a través de las arterias, en los tuétanos. Cada roce, cada toque desencadenaba sufrimiento y placer.
Cuando nuestras manos se tocaron por primera vez hace mucho un calor me invadió, su toque me envolvió en un abrazo invisible y lleno de energía, sé que ella también lo sintió, una leve sonrisa apareció en su rostro, yo podía morir en paz.
Con una seguridad osada me aventuré a tocar su garganta, su cuello y su nuca, delineé la venas tensadas, masajeé esa pequeña torre de mármol blanco, suave y delicado hasta llegar a su quijada. Sus labios se me ofrecían ligeramente abiertos, húmedos, con el color de las fresas, los sentí con mis dos pulgares, los abrí introduciendo uno por entre los dientes hasta llegar a su tierna lengua, la recorrí todo el tiempo que quise, sin ...