1. Femdom de cuarentena. De novio a esclavo en castidad (5)


    Fecha: 20/08/2022, Categorías: Dominación / BDSM Autor: iñigogom, Fuente: CuentoRelatos

    El día siguiente, llegaron varios plugs anales que Nuria había pedido por internet. Me dijo que los usaría para mejorar la dilatación de mi ano y acostumbrarme a la sensación de ser follado. Eran tres. Uno más grueso, uno más largo y otro más pequeño que los otros dos, pero con cola de pelo rosa. Empezó metiéndome ese, que fue bastante fácil de introducir. Al verme con él puesto, empezó a sonreír y reírse. Le gustaba mucho verme así. Con la jaula y el plug, estaba hecho todo un sumiso. Me dijo que me pusiera a cuatro patas y gateara por la habitación. Ella se sentó en la cama y me puso sus pies en la cara. Lo cierto es que yo nunca había sido un fetichista de los pies. Nunca había sentido deseo de besarlos ni chuparlos, aunque tampoco me desagradaban, al menos que estuvieran sucios. Me puso sus plantas en toda mi cara, y pude sentir la frialdad de su piel. Después me acercó sus dedos a la boca, y empecé a chuparlos, metiéndomelos en la boca suavemente. Pero ella se dejó de suavidad, y me metió el pie entero en la boca hasta el fondo. Yo reaccioné dando una arcada y retrocediendo.
    
    -No retrocedas. Aguanta como la perra que eres.
    
    Esa frase me descolocó, pero me puso también muy cachondo. Me daba mucho morbo que me tratara así. Hizo lo que me pidió, y me volvió a meter el pie. Esta vez fue más buena y no intentó empujarlo hasta el fondo. Sentía sus dedos por toda mi boca, mientras nos mirábamos fijamente. Yo en el suelo, a cuatro patas, y ella sentada en el borde de la ...
    ... cama.
    
    Dejo el pie varios segundos en mi boca, y empecé a salivar mucho. Entonces lo sacó, lleno de saliva, y me lo restregó por la cara, mojándome con mi propia saliva. Aunque no sintiera especial apego por el fetiche de pies, lo cierto es que la situación me estaba poniendo mucho. Al fin y al cabo, chupar unos pies representa una de los mayores actos de dominación, y más si el esclavo no es fetichista de los pies. Ella eso lo sabía, y por eso disfrutaba haciéndolo.
    
    Finalmente, me pidió que le hiciera un masaje en la espalda, y después de ello nos quedamos dormidos. El día siguiente Nuria seguía con la regla, y yo en mi jaula. Ya llevaba una semana con ella, aunque me había corrido una vez, hace dos días. Extrañamente, me estaba costando más los días después de correrme, que los días antes. Lo más duro había sido los tres primeros días, pero el cuarto y el quinto se me habían hecho más fáciles. Se podría decir que me fui acostumbrando a tener sexo sin penetrar ni acabar. El solo hecho de realizar actos sexuales me hacía disfrutar muchísimo, y como mi lívido no tenía fin, podía tirarme horas en ello. Era Nuria la que no aguantaba mi ritmo (cosa que antes de la castidad nunca pasaba) y no me dejaba tocarla ni comerle el coño siempre que yo quería. A ella, naturalmente, le bajaba el lívido después de unos cuantos orgasmos, y se daba por satisfecha durante unas horas. Pero no era mi caso. Como yo no tenía orgasmo, no había bajada de lívido. Me resultaba difícil concentrarme más ...
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