Me desperté con un dolor de cabeza horrible y con la certeza de que no ha sido un sueño, que todo había sido real. Los recuerdos pasaban dentro de mi cabeza, ellas, Marta y Flora. Me incorporé de golpe al oír pasos por la habitación, Marta vestida al pie de la cama.
-Buenos días, no quería despertarte.
-No pasa nada ya era hora -dije mirándola mientras me desperezaba.
-Tengo que irme.
-Bien me visto y me voy yo también -Saltando de la cama, desnuda.
-Tranquila, no te estoy echando, tomate tu tiempo.
-¿Querrás que nos volvamos a ver? -.Me preguntó, supongo que sabiendo de antemano la respuesta.
-Sí, me encantaría -contesté.
Con pocas palabras, me comentó que estaría un cierto tiempo fuera, no sabía realmente cuando volvería, que me diera una buena ducha y me preparase un buen desayuno, más tarde una persona de su confianza pasaría a recogerme para llevarme a casa y que le dejase anotado mi mail y teléfono para poder contactar conmigo. Tiró de mí y me besó apasionadamente, casi sin respiración, jadeé cuando ella corto el beso de golpe y me dio una palmada en el trasero de despedida.
Cuando entre en el baño, me paré a pensar de nuevo en todo lo que había sucedido, estaba fascinada y a la vez atrapada. Estaba segura de que si había un futuro encuentro sería más fuerte, más morboso, más excitante. ¿Esperaría ansiosa el mail o la llamada?
Me estremecí cuando comprobé que aún tenía restos de cera sobre la piel de mis pechos y escozor en la piel de las ...
... nalgas, la temperatura del agua fue perfecta para relajar mis doloridos músculos. Seguro que el dolor me lo había provocado yo misma al luchar inútilmente por deshacerme de las ataduras. Tal vez ésa fuese una lección, para que otra vez no resistirme, simplemente dejar que pasase. Cerré los ojos y visualicé todo lo que había pasado mientras me enjabonaba. Di vueltas bajo el chorro de agua para que me llegase a todos los rincones de mi cuerpo. ¿Quién hubiese pensado que una sesión de sexo pudiese ser tan agotadora? No tenía respuesta pero dentro de mí alguna cosa había cambiado, algo se estaba despertando.
Salí de la ducha, busque en el armario de Marta y me apeteció ponerme una camiseta larga y una de sus braguitas. Apunto de empezar con el desayuno, sonó el interfono, en la pantalla un hombre de color, venía a recogerme de parte de Marta y pulse abrir.
Ante mis ojos, un hombre, alto, fornido, rapado de cabeza, de labios gruesos, de piel brillante, se identificó como Damm. Nada más entrar en la cocina y tenerlo enfrente, mi cuerpo reaccionó tensándose y poniéndose más caliente que la taza del desayuno que humeaba frente a mí. Como mujer amante del sexo, lo había hecho de todas formas tanto con hombres, como con mujeres alguna de ellas de color, pero nunca con un hombre de color y dentro de mis fantasías estaba con llegar a tenerlo, con uno alto, fornido, de labios gruesos y piel brillante.
Mientras ingería el desayuno lo miraba de reojo, él semisentado en un taburete, ...