La elección de Sandra
Fecha: 22/06/2022,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... desnuda como estaba y se dirigió al jardín de su casa.
Debía tener cuidado porque la verja no era muy alta y el vecino podía verla.
Tras asegurarse que no iba a ser vista, se dirigió a paso lento hacía donde se encontraba Toby, un gran danes negro.
Le acarició la cabeza, agarró su collar y se lo llevó para dentro.
Cuando llegó de nuevo a su habitación, su corazón iba a mil.
Dejó a Toby tumbado en el centro de la habitación, bien visible, y se agachó.
Acercó su cabeza a la parte de atrás.
Olía muy fuerte.
Muy fuerte.
Apestaba a orina porque seguramente había meado hace un rato.
Abrió la boca y la acercó. Despacio.
Y lamió.
El perro se revolvió.
Volvió a acercar la cabeza con la boca abierta y la agarró su polla suavemente con la mano.
Y se la introdujó.
Lo estaba haciendo.
De verdad que lo estaba haciendo.
Era un sabor muy fuerte, acorde con el olor.
Pero no la importaba de lo excitada que estaba.
La polla de Toby creció dentro de su boca hasta el punto de que debía abrir la boca todo lo posible para mantener una parte dentro.
Y Toby se corrió cuando la sacó para respirar, corriendose con grandes chorros en la cara y en la boca de su ama.
Sandra mostró su rostro a la cámara.
Era plenamente consciente de que el abundante semen de Toby corría descontrolado por sus mejillas.
Incluso lo que había entrado en su boca no lo había tragado aún, solo para mostrarlo.
Quería hacerlo.
“Eres toda una cerda” Aseguró ...
... su amo mientras se lo tragaba.
“Esta cerda debe ser nuestra”
“¿Dónde vives, cerda”?
Esa misma noche le propusó que fuera suya sin restricciones.
Y ella aceptó.
Sandra apenás pudo pegar ojo esa noche, pero estaba decidida a hacerlo.
Desayunó sola como siempre, pero no tomó el autobús de siempre.
Cogió el autobús para salir de la ciudad dónde había vivido siempre y no volver.
El sitio de encuentro con su amo era parque peligroso donde camellos y chulos hacían sus negocios.
Le habían ordenado que se deshiciera de todo.
Su cartera, su móvil, sus adornos corporales, sus zapatos, su ropa...
Cuando Sandra llegó a su destino notó la presencia de al menos tres negros en la zona.
Se acercó a un contenedor de reciclado que había allí cerca.
Tiró el bolso.
Y la diadema que llevaba en el pelo.
Y una gargantilla.
Se paró y volvió a mirar a los hombres que no la quitaban ojo de encima.
Se quitó las zapatillas que llevaba puestas y las tiró por el mismo agujero que todo lo demás.
Luego, echó mano a la cremallera del vestido. Respiró hondo y la bajó.
Su corazón iba a mil.
El vestido no tardó en desprenderse.
Desnuda en mitad de la calle a plena luz del día delante de desconocidos.
Nunca se creyó capaz de hacerlo.
Ahora no era Sandra, ahora simplemente era una mera cosa al servicio de cualquiera que quisiera tomarla.
Su amo se lo había dejado muy claro.
Una mera cosa en una ciudad desconocida.
El líder de la zona no ...