La apuesta de Goliat*Edith*— ¿Me echas de menos? —Al oír su pregunta no pude evitar morderme el labio.— No —Mentí, después desacredité esa negación soltando una risa tonta.— Seguro que tu cueva está muy mojada deseando a mi explorador —Tonteó mi novio ignorando mi anterior respuesta.Mi mano izquierda estaba ocupada sosteniendo el móvil, así que fue mi mano derecha la que descendió lentamente hasta mi entrepierna, donde en mis bragas blancas un manchurrón oscuro comenzó a manifestarse. Me había prometido a mí misma no tocarme hasta esa noche, pero yo sabía bien que no iba a aguantar por lo que me resigné a aceptar mi necesidad y comencé a jugar con mi clítoris por encima de la prenda.— Ni un poco —mentí de nuevo sin reírme esta vez; las yemas de mis dedos se engancharon como ventosas a la prenda debido a su humedad, ronroneé de gusto mientras me hacía la difícil para él.— ¿Cuánto llevo sin entrar en la cueva? —inquirió cambiando a un tono de completa seriedad.— Desde que te fuiste… —contesté.— ¿Y no me echas de menos?— Aja.— Tal vez otros exploradores entren en tu cueva y por eso no me echas de menos —Me acusó, quitándome las ganas de continuar tocándome. Sus celos eran lo peor que podía haber. Y pensar que al principio me parecía un punto a su favor.—En esta cueva no ha entrado nadie desde que te fuiste, idiota.Hubo una ligera pausa hasta que finalmente contestó:— Entonces o ya no me quieres o me eres infiel —me replicó, hiriéndome profundamente echando sal a heridas ...
... recientes. No era la primera ni la última vez que dudada sobre el tema y él no hacía nada más que recordármelo continuamente.— ¡Pues si no es la primera, deberías deducir como bien dices que tal vez sea la segunda! —grité con impotencia, tenía ganas de abofetearle por atreverse a desconfiar de mí, yo nunca había desconfiado de él, así que añadí incapaz de argumentar nada: — ¡Imbécil! —exclamé colgándole.Hacía cinco meses que mi novio se había ido y no tenía planes para volver. Yo tenía serias dudas sobre mantener la relación ya que muy en el fondo sentía que estaba desperdiciando los mejores años de mi vida. No es que quisiese a otro; no había nadie más. Sin embargo me sentía desaprovechada.Pensé en usar esa oportunidad, en ser cobarde y utilizar esa excusa para enfadarme y decirle que ya no aguantaba más. No lo hacía porque era obvio que le seguía amando y en mi cabeza siempre retumbaba la misma pregunta: ¿Y si vuelve pronto?Suspiré resignada y me dejé caer sobre la almohada, cerré los ojos y me concentré en el absoluto silencio de mi habitación. Oía los latidos en mi oreja derecha al presionarla con la almohada, mi respiración me relajaba. La red de complicados pensamientos fueron perdiendo intensidad hasta que, poco a poco, fui incapaz de pensar, quedando mi mente en blanco hasta que perdí la noción del tiempo y el espacio.****El sonido de una puerta lejana me despertó. No era de mi habitación, mas no debería haber nadie en casa. Miré el reloj digital, el cual se hallaba en mi ...