Mi suegro me hizo su esclava (II)
Fecha: 13/07/2017,
Categorías:
Lesbianas
Autor: noeliamarrana, Fuente: CuentoRelatos
... tener que castigar, para que aprendas a no negarte conmigo; tu castigo será quedarte como estás hasta que me supliques y se me dé la gana soltarte. Y diciendo esto, se fue caminando y salió de la recámara; de nada sirvieron mis gritos desesperados que se acallaban por la mordaza: “¡MMMMNNNNFFFF, MMMMNNFFF!”, yo realmente ya estaba suplicando que no me dejara así, que me soltara por favor.
El tiempo transcurría lento, yo sentía adormecidos los brazos y las piernas; el culo me dolía horriblemente, así como la espalda.
Poco después empezó a darme hambre y muchas ganas de orinar; me agité en la cama y grité, pero no se oía nada, no sabía en donde estaba mi suegro; no se escuchaba ningún ruido en la casa. Tuve que dejar de moverme, porque la orina amenazaba con salir y no quería hacerme en la cama, ni siquiera podía cerrar las piernas para tratar de aguantarme.
El sufrimiento era inmenso, no podía aguantarme, gritaba como loca: “¡MMMMFFFFF, GGGGGHHHH, PPPPFFFMMMMVVV!” y trataba de no moverme para no orinarme; aguanté lo más que pude, pero al final la necesidad fue más grande y sin poderlo evitar, me oriné.
Sentí una gran satisfacción al poder sacar la orina, pero también una gran vergüenza por no haberme podido aguantar. Después de eso, aunque tenía un hambre atroz, me quedé dormida.
Una cubetada de agua fría en la espalda me despertó; en un principio no sabía que sucedía, pero rápidamente me di cuenta que era mi suegro el que me despertaba de esa manera tan ...
... cruel. El viejo estaba fúrico; me gritó: ¡Maldita puerca, te measte en la cama, marrana; aparte de ser una puta eres una cochina que no puede aguantarse, nada más eso me faltaba, cerda, ahora verás!” y mientras me decía eso, sentí el primer cinturonazo en mis nalgas; me quejé del tremendo dolor que me hizo sentir el infeliz: “¡MMMMMGGGGGHHHHH!” y él me dijo: “¡cállate marrana, ni te quejes que apenas empiezo; te voy a enseñar lo que les hago a las putas puercas como tú!” y soltó el siguiente golpe; volví a quejarme y comencé a llorar, pero de nada valió, el continuó pegándome con su cinturón en las nalgas. Aparte del dolor sentí enojo al pensar que ni siquiera mis padres me habían pegado con un cinturón y ahora el desgraciado de mi suegro lo hacía castigándome por algo que él mismo provocó.
Uno tras otro siguieron los cinturonazos en mis adoloridas nalgas, no los conté, pero creo que fueron más de cincuenta, algunos dieron en mi espalda o en mis piernas. Don José bufaba, no sé si de enojo o de cansancio, todo el tiempo me estuvo diciendo que no admitiría porquerías en su casa, que aprendiera a controlarme o me castigaría cada vez que hiciera cualquier “marranada”.
De repente los golpes se detuvieron; yo lloraba desconsoladamente; entonces mi suegro se subió a la cama, se acomodó entre mis piernas abiertas y colocando su pene en la entrada de mi culo me dijo: “¡pinche puta, me has hecho excitarme, tendré que darte la verga de nuevo, como a ti te gusta, por el culo!”. Quise ...