... maltrate y luego convierta tu miserable vida en un infierno!”. Asustada por sus palabras, pero asqueada, abrí la boca y empecé a chupar el enorme falo erecto que se me presentaba enfrente, con la esperanza de que se viniera en mi boca y con ello terminara satisfecho y me dejara en paz el maldito viejo.
Él colocó ambas manos sobre mi cabeza y me humilló haciendo que le chupara su miembro durante un buen rato en el que repetía: “¡aaaahhhh siiiii, puta, sigue mamando, sigue mamando, que rico chupas puta, que rico lo chupaaaassss!” y diciendo esto, sentí como descargaba grandes chorros de semen dentro de mi boca; él me sostuvo la cabeza contra su cuerpo, obligándome a tragar casi toda su leche, era tanta que escurría por la comisura de mis labios; yo sentía que me ahogaba de tanto líquido que entraba en mi garganta e intentaba empujarlo con ambas manos, pero no lo logré; él me tenía bien agarrada del cabello y solo me soltó cuando terminó de vaciarse en mi boca.
Caí con las manos al piso, tosiendo y con ganas de vomitar; el asqueroso y viscoso semen escurría de mi boca al suelo; me sentí humillada, pero contenta de que el maldito de mi suegro me dejara; pero nada más lejano de la realidad; apenas recuperé el aliento, mi suegro me dijo: “¡muy bien puta, como no quieres cooperar, esto tendrá que ser por la mala, lo siento por ti, porque en vez de gozar, vas a sufrir, pero mientras yo goce, me vale madres lo que tu sientas!” y diciendo eso, me tomó de nuevo del cabello y me ...
... obligó a levantarme; luego prácticamente me arrojó sobre la cama y se subió en mí; empezó a jalonearme la blusa como queriendo arrancármela; yo trataba de sujetarle las manos y gritaba desesperada: “¡No, no, suélteme maldito violador, deténgase o esta vez sí lo denuncio!”; no sé cómo, pero alcancé rasguñarle un brazo y eso fue lo peor; pues en cuanto lo sintió, vio la herida y me dijo: “¡maldita perra, ahora si me la vas a pagar!”; luego sentí dos fuertes golpes en el estómago que me hicieron retorcerme de dolor y mientras yo me retorcía y me quejaba, él me arrancó la blusa desgarrándola, también me quitó la falda y luego procedió a arrancarme la tanga; yo trataba de defenderme, pero sus golpes me habían dejado sin aliento.
Cuando me tuvo solo con el sostén y las medias puestas, me hizo voltearme boca abajo, me tomó el brazo derecho y comenzó a amarrarlo a una cuerda que ya estaba en la cabecera de la cama; apenas en ese momento me di cuenta de que él ya tenía preparados los amarres, pues no estaban en la mañana, cuando yo me fui a trabajar.
Traté de golpearlo con mi otra mano, pero aún no me recuperaba del todo y no alcanzaba a asestarle buenos golpes; fue fácil para él terminar de amarrarme esa mano y pasar por encima de mí para amarrarme la otra, dejando mis brazos abiertos muy lejos el uno del otro; luego tomó mi pierna izquierda y procedió a amarrar mi tobillo también a la cama; empecé a patalear sin ningún resultado más que él, entre resoplido y resoplido me dijera: ...