Mi amiga Feli me llevó hasta él
Fecha: 22/03/2018,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos
Todavía me acuerdo de cuando mi vecina era una mujer joven, que siempre me ha parecido muy grapa, que sin duda es muy buena mujer y muy cariñosa. Ella tiene como 31 años, es decir, doce más que yo, pero yo me acuerdo de ella aproximadamente de cuando tenía unos ocho años, ella tenía 20. Vivía con sus padres a quienes cuidaba, siendo yo pequeño de unos doce años murió su padre repentinamente y se quedó a cuidar de su madre que no tardó más de dos años después del hombre para morirse.
Siempre que nos veíamos o encontrábamos en el ascensor nos saludábamos y le había tomado cariño de verdad. Aunque sabía que en mi casa no somos creyentes, ella me repasaba las lecciones de religión y ampliaba con bonitas historias. Es la vecina que todo el mundo quisiera tener, generosa, servicial e incapaz de hacer una maldad contra nadie. Hasta mi madre estaba encantada con ella.
Hacía como un par de meses que no la veía, nunca nos encontrábamos en el ascensor y un día que vi salir a una mujer de su casa, le pregunté por Felisa y me dijo que estaba hospitalizada, que vendría pronto, en pocos días, por eso había venido a limpiar la casa. En ese tiempo yo ya tenía 19 años, por tanto ella tendría 31 y yo recordaba que el 11 de mayo era su onomástico y cumpleaños a la vez y estábamos a 9 de mayo, así que decidí comprar un ramo de flores blancas que sabía eran de su gusto y las llevé el día 10 al hospital para que adornaran su víspera y su día de fiesta.
La encontré sentada en una silla ...
... de ruedas. La saludé, le di las flores, le felicité las vísperas, porque ella decía que «todos los santos tienen vísperas», yo no entendía mucho de santos, pero esa mujer me había dado tantos bombones de chocolate en mi infancia y adolescencia que merecía las flores, mi devoción a sus santos y otras cosas más. Me dijo que justo el día de su santo, es decir, al día siguiente la llevarían a casa. Tomé nota, me despedí y al día siguiente la estuve esperando a la puerta de la calle con mi violín. Cuando llegó le dediqué una canción que ella me había enseñado que interpreté a violín e incluso los de la ambulancia se esperaron hasta que concluí. Le di dos besos y la acompañé con la señora que me había avisado a su casa.
Pasaron varios meses. En verano me despedí de ella, ya que la visitaba con frecuencia y al regresar le traje un detalle de cerámica. Seguía visitándola y ella hacía esfuerzos ante mí por mostrarse alegre. Me daba pena porque no salía de casa. Así que un día de la última semana de octubre le dije que abrigándose bien yo la podía llevar un rato todos los días a tomar un poco de aire para que no estuviera tan encerrada en casa.
— Estoy de acuerdo, pero quisiera que la primera salida fuera para ir a misa, hace mucho tiempo, desde que me puse mal que no he ido.
— Eso está hecho, tú me dices qué día comenzamos y yo te llevo a pasear cada vez que lo desees, te llevo a misa y a todo lo que quieras, de alguna manera te pago los chocolates que me he comido en tantos ...