Mi primer amor: una masoquista
Fecha: 26/11/2017,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos
... que hubiese visto jamás. Perfecta, simplemente perfecta. Me enardeció más aun su gesto de promiscuidad y me abandoné a mis instintos. Lo cual representaba un riesgo, debido a mis tendencias…
Le abrí las piernas con brusquedad y hundí mi cara entre sus muslos, pues moría por probarla. Sus jugos eran deliciosos y cuando di el primer lametón ya estaba empapada. Con mis manos separé más sus labios y me apliqué a disfrutar y que ella disfrutase de mi lengua. ¡Qué delicia! Selene gemía dulcemente ante el oral que le estaba dando. Con una de mis manos, subí para amasarle una teta y jugar con su pezón, mientras que, con la otra, subí un poco su cadera con la intención de lamerle el ojete.
Ella se dejaba hacer y eso me agradaba mucho, más porque, de vez en cuando, mordía con fuerza su clítoris o pellizcaba de más sus pezones. Selene no sólo soportaba aquello, sino que gemía más. Alternaba su culo con su concha, aunque me detenía más en la última y estuve así cerca de diez minutos. Cuando la sentí próxima al orgasmo, me separé de ella y le ordené que se pusiera a 4. Cuando lo hizo, me demostró que sabía lo que hacía.
Normalmente, cuando una mujer se coloca en esa posición, no lo hace bien. Reitero, normalmente. Simplemente se ponen de espaldas, cuando lo que, la mayor parte de los hombres quiere es que se expongan completamente y eso se logra, no sólo poniéndose en 4, sino, levantando el culo, exponiendo los agujeros. Inclinando la cabeza más hacia abajo y las nalgas hacia ...
... arriba. Selene hizo precisamente eso.
Me expuso su culo, colocando su cabeza completamente en la cama, levantando la cadera lo máximo posible y sacando las nalgas. Era completamente obsceno y eso me excitó bastante más, si cabe. Abandonado como estaba, no pude evitar soltarle dos buenas nalgadas en ese precioso par de blancas nalgas.
La penetré en el acto y casi me pasa desapercibido que ni se inmutó por los golpes que le propiné. Cuando le solté un par más, le escuché un leve gemido. Al instante, aumenté de manera progresiva el ritmo de mi penetración mientras le soltaba, de cuando en cuando, una sonora nalgada. Ella gemía como una puta. Nunca me dijo nada, ni me impidió que la siguiese golpeando y eso hizo que me embargara la calentura a niveles que creía olvidados.
Mis embestidas eran fuertes y rápidas. Sus nalgas ya se habían tornado un poco rojas, de tanto golpe, pero la humedad de su vagina y sus gemidos me indicaba otra cosa. El sonido que hacía mi verga cuando entraba y salía, aunado al choque de mi pelvis con su culo era sumamente morboso. Desgraciadamente, no aguanté más que cinco minutos y cuando estaba por venirme, se la saqué para eyacular sobre sus nalgas.
—¿Por qué no terminaste adentro? —me preguntó sin moverse de la posición en la que estaba
—No quiero embarazarte —le respondí jadeante
—Puedo tomar la pastilla del día siguiente —repuso y sonriéndome me miró— así que quiero que me llenes de leche cabrón
Caí rendido a su lado y ella se recostó ...