1. Mi primer amor: una masoquista


    Fecha: 26/11/2017, Categorías: Sexo en Grupo Autor: Cold_P, Fuente: CuentoRelatos

    ... confianza inconmensurable entre ambos, sería feliz de incurrir en la poligamia, la infidelidad consentida y los intercambios. Si no existe nada de eso, mejor ni rozar las posibilidades.
    
    Selene caminó hacia mí, hecha una furia. Le tendí su bolso, ella lo tomó con todo el melodramatismo posible y se dirigió con paso decidido hacia la salida, dejándome plantado y sin mirar atrás. La mujer que venía que el imbécil estaba paralizada de la impresión y el tipo seguía sobándose la mejilla, también incrédulo de la situación. Después de un par de segundos, seguí a Elena.
    
    Cuando salí del edificio aun llovía a cantaros. Selene estaba, bajo la lluvia con los brazos extendidos y mirando hacia el cielo, completamente ajena a los pocos transeúntes lo suficientemente valientes para aventurarse en semejante diluvio baja la exigua protección de un paraguas. Tentado por lo elevado de los sentimientos y la situación me uní a ella, aunque no hice nada, salvo permanecer a su lado. Ella me miró y sonrió, histérica y sincera. Le devolví el gesto y, sin esperarlo, me besó.
    
    Fue uno de los besos más extraños y singulares de toda mi vida. Aunado al cliché que estábamos ejemplificando, mi mente viajó en automático a la primera vez que nos besamos. A aquella noche de viernes que habíamos compartido en una feria local y que culminó en el garaje de su casa, a la luz de la luna, con una serie de besos. Nuestro primer beso.
    
    —¿Te estas quedando con tu papá? —me preguntó cuándo rompimos el ...
    ... beso
    
    —No, estoy en un hotel, porque tengo que comprobar gastos y… —pero la sonrisa que me dedicó me dejó mudo de excitación. Fue una sonrisa completamente sugerente y, ahora sí, no me cabía duda de lo que significaba.
    
    —Vamos a tu hotel —dijo con una tranquilidad pasmosa y, aun así, con una carga sexual implícita.
    
    —¿Estás segura de que es lo mejor? Entiendo que estás vulnerable ahora mismo y… —comencé a decir, aunque a cada palabra que decía me arrepentía por completo, puesto que todo mi ser ansiaba intimar con ella.
    
    —Pablo —me interrumpió y me miró a los ojos con furia y autoridad. Callé —vamos a tu hotel— sentenció y al instante, le tomé de la mano y nos subimos al primer taxi que encontramos.
    
    Un silencio tácito impregnó el ambiente durante los 10 minutos del trayecto y en cuanto la puerta del elevador se cerró, me acerqué a ella en un intento audaz de besarle, pero por alguna razón desconocida, me contuve. Todo terminó en una serie fugaz y tímida de pobres “kikos”.
    
    Estaba aterrado. No sabía qué hacer. Un sinfín de sentimientos se arremolinaban en mi interior y aunque me estaba dejando llevar por la situación, tengo que reconocer que no era dueño de ella. Distaba de serlo y, reitero, no sabía qué hacer. Me encontraba terriblemente paralizado.
    
    La experiencia acumulada se me estaba escapando de las manos y toda la reputación de mujeriego estaba siendo sustituida por el niño que le aterraba dar un mal beso. Por otro lado, mi morbo estaba a mil por todo aquello, ...
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