1. CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO


    Fecha: 09/10/2019, Categorías: Infidelidad Tus Relatos Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: drugsounds.ru

    ... en el coito que presencié con ira y estupefacción. "¿Pero perdón por qué?", cuestioné muy bajito, para que no se sintiera como reclamo: "¿Cómo que por qué? ¿Te parece poco habernos dejado a la mitad de la excitación? Pero si no quieres, no importa. Terminamos y asunto arreglado".
    
        Ante el nubarrón que anunciaba la cancelación de todo, lo espanté asintiendo, aceptando pedirle perdón al primer hombre con el que la vi corneándome, le primero de muchos que ya me hacían pendejo y que lo seguirían haciendo hasta el momento en que escribo esto y por el resto de mi vida. Acepté disculparme ante el macho que se había burlado de mí desde siempre quien, por cierto, estaba en camino y a sólo unas cuadras del departamento de su amante, pues habían quedado de copular, aprovechando la ausencia de la cornuda Grisel, quien había viajado con los niños a no sé dónde. Las humillaciones se sucedían con asombrosa rapidez, tanto que no me daba tiempo de asimilar una cuando ya tenía la otra en la frente. La zorra con la que me casaría en pocos días, se disculpó conmigo, pues tenía que arreglarse para la visita de Federico, y me ordenó que arreglara un poco para que él no viera todo desordenado.
    
       Con inconfundible sorna, me saludó Federico al llegar, estrechando mi mano y haciendo caso omiso de mi fachosa presencia y mis ojos rojos de tanto llorar. Se sentó en la sala y me pidió un whisky con soda, mismo que le preparé convenciéndome falsamente de que se trataba de un acto de amabilidad ...
    ... de mi parte y no de la primera humillación que me infringía mi flamante corneador. Dio el primer sorbo a su bebida y algo me iba a preguntar cuando el cuerpo de mi novia caminó hacia él, sólo cubierto por uno de esos vaporosos vestidos transparentes que tanto le gustaban y que dejaba ver sin pudor todo lo que pretendía cubrir. El macho infiel se levantó, dejó el vaso en la mesita de centro e ignorándome la besó en la boca largamente, manoseando aquellas nalgas que hasta hace escasos días yo creía mías, a pesar de no poder usarlas. No sé cómo explicarlo, pero encendió más mis celos el beso que la torteada, tal vez por el romanticismo o la confidente intimidad que representaba; sin embargo, no reaccioné a ninguna de las dos cosas, esperé como un tarado a que se "saludaran" y puse atención a las palabras de mi prometida: "¿Qué esperas, cornudo? Pídele perdón a mi novio". ¿Su novio?, pensé que esa distinción me correspondía, pero no argüí nada, para no hacer enojar a la mujer que me humillaba sin compasión.
    
       - Perdóname, Federico -, declaré rápidamente, como si la velocidad de mis palabras restaran en algo la humillación más grande a la que había estado dispuesto en toda mi vida; no obstante, la reacción de mi futura esposa fue preguntarme si eso era una disculpa y me ordenó sobajarme arrodillado, de la misma forma en la que le supliqué minutos antes que me siguiera haciendo pendejo. Acatando su mandato, me hinqué ante aquel hombre que sería incorrecto decir que abrazaba por ...
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