CÓMO ME CONVERTÍ EN UN CORNUDO PENDEJO
Fecha: 09/10/2019,
Categorías:
Infidelidad
Tus Relatos
Autor: Cornudo Pendejo, Fuente: drugsounds.ru
... cuando me aseguró que yo no era nadie para "permitir" nada, que no tenía que pedirme permiso para hacerme pendejo y que ella era quien decidía a quién le daba el culo, sin consultarle a nadie y mucho menos a mí. "No, si desde ahora piensas que me estás 'permitiendo' algo, mejor lo dejamos como está y tan amigos como siempre. Por favor, ya vete que estoy cansada y mañana hay que trabajar".
Las lágrimas asomaron otra vez a mis ojos y fue en ese momento que me despojé, si es que todavía quedaba algo, de la precaria hombría que había tenido alguna vez, así como boté en la basura la imperceptible dignidad de la que difícilmente pude jamás hacer alarde; hasta el temor al ridículo me abandonó cuando me hinqué ante ella y le supliqué que no me dejara, le imploré que se casara conmigo como lo habíamos planeado, le pedí perdón por utilizar la palabra "permitir" y le rogué que siguiera viéndome la cara de pendejo con cuantos hombres se le diera la gana, jurándole que jamás me interpondría entre ella y sus vergas, que ni siquiera le preguntaría con quién me corneaba y que nunca cuestionaría su vida sexual ni lo que quisiera hacer con ella, por más que me pesaran los cuernos, soportando las inminentes burlas que conllevarían semejante vida de pendejo.
Una estruendosa carcajada fue su respuesta a mi voluntaria humillación, aseverando que o la amaba profundamente o era el pendejo más pendejo que había conocido en su vida. "¿No tienes dignidad?", me cuestionó todavía riéndose ...
... entre palabras: "No, no tengo dignidad ni orgullo ni nada. Sólo quiero seguir a tu lado consciente de que otros te dan lo que jamás podré darte, amándote como tú quieras, haciendo todo lo que desees". Nunca debí decir lo último, pues su inmediata respuesta me provocó un vacío en el estómago ante lo que se avecinaba: "¿Seguro harías todo lo que te pida?", a lo que sin pensarlo sentencié que sí, que me sometería por completo a sus deseos...
Incomprensiblemente, tomó el teléfono, marcó y esperó a que su interlocutor respondiera. Lo que escuché en la llamada siguió fijando las bases de mi humillación, mi cornamenta y mi pendejez:
- ¿Amor? ¿No interrumpo? Estoy aquí con Eugenio y no vas a creer lo que pasó, luego te cuento. Me pide que sigamos juntos, que nos casemos a pesar de todo -, la grosera carcajada de nuestro jefe fue lo único que pude escuchar, aunque siguieron algunas frases de mi corneador que no alcancé a entender, a las cuales mi prometida asentía riendo. Cuando colgó yo seguía hincado abrazando sus pantorrillas, como temiendo que un cambio de posición esfumara aquella nube de esperanza para seguir con nuestros planes. "Levántate, no seas ridículo", me ordenó, comunicándome lo que ambos infieles habían acordado en el telefonema: Si quería que las cosas siguieran como estaban, si deseaba continuar con el matrimonio, además de permitir que aquella meretriz siguiera haciéndome idiota, tendría que pedirle perdón a ella y a Federico por haberlos interrumpido ...