Había resultado una semana loca de trabajo y de problemas aunque pequeños y que se habían ido resolviendo con esfuerzo y voluntad. Gonzalo estaba Bergen con Borja y volverían esta tarde, ahora muchos de sus viajes los hacía acompañado por él.
Recogí los papeles que tenía sobre la mesa, por si tenía tiempo el fin de semana de estudiarlos, me despedí de Renan y Samy hasta el lunes y cogí el ascensor para bajar al sótano a buscar mi coche. Pasé los controles de seguridad y poco después avanzaba siguiendo el río, envuelto en el denso tráfico.
Lo dejé aparcado enfrente del edificio de seguridad para que Glenn lo metiera en el garaje cuando pudiera, parecía que me estaban esperando, tuve que dejar el portátil y mi bolsa en un asiento en el hall y caer de rodillas para recibir en mis brazos a los dos pequeños diablillos.
Estreché en mis brazos los dos pequeños cuerpos.
-Papá, has llegado tarde. –Miré detenidamente a Pablo, sí, gracias a Dios le veía espabilado y sin fiebre, el pequeño Daniel me ofrecía su boquita para que le besara.
Me levanté del suelo y tuve que cargarlos para llevarlos conmigo los metros que nos separaban hasta la puerta donde la abuela sonreía mientras nos miraba.
-¡Hola abuela! -la besé apartando la cara de Pablo que quería imitarme.
-Niños dejar que papá se quite la chaqueta. –me cogió al pequeño que llevaba en la cadera y entramos en la sala de los abuelos, tiré a Pablo sobre un sofá y tuve que hacerle unas cosquillas para que se sintiera ...
... satisfecho.
Me acerqué hasta la butaca donde el abuelo observaba sin ver sonriendo al aire, me incliné para acariciarle la mejilla y besársela, subí la manta que tenía sobre las piernas y coloqué sus manos sobre ella para que la sujetara. Estaban frías como el hielo.
-Van a servir el té, ¿te quedas un momento? -me hablaba la abuela con Daniel colgado de su cuello.
-Voy a recoger mis cosas y vuelvo enseguida, antes de que se enfríe. -salí al hall y los niños me siguieron con las manos ocupadas llevando algún juguete, recogí lo había dejado tirado, justo cuando Tegan aparecía por el pasillo. Le saludé y se quedó observando la procesión que avanzaba pasillo adelante.
-¡Papá mira! –giré la cabeza para observar lo Pablo me quería enseñar, una pieza amarilla de madera de algún juego de construcción.
-Es muy bonita cariño, ahora me la enseñas. –dejé mis cosas sobre un asiento y entonces le presté atención. Era una pieza con forma de arco, de las que emplean para montar puentes y edificios los pequeños.
-Es muy bonita mi amor, pero no la había visto antes.
-Tío Nicolás nos ha traído. –todavía no controlaba bien la lengua pero era suficiente para que yo le entendiera.
No quise llamar a Wes para coger un pantalón flojo y una camiseta que ponerme para estar cómodo en casa. Los niños me seguían a todas partes, como pequeños perritos queriendo llamar mi atención.
-Vamos donde los abuelitos, ¡venga corre! -empujé a Daniel golpeándole el culito para que pasara la ...