... puerta.
Después del primer momento volvían a sus juegos sin preocuparse de los mayores.
Observé al abuelo, nos entendía y no podía hablar ni expresar lo que sentía, el derrame le había dañado demasiado el cerebro y eso sumado a su edad lograba que pareciera una planta sin agua.
Tegan había servido el té y me acerqué a la mesa para coger mi taza, era justo lo que necesitaba en ese momento.
-¿Ha estado Nicolás? -hice la pregunta sin darle importancia.
-Tenía que hacer algún trabajo en las oficinas de Londres y pasó por aquí para dejar un juego de construcción a los niños, se quedará el fin de semana y le he invitado a comer mañana.
Miré las piezas de madera que intentaban montar los niños. Me extrañaba que no me hubiera llamado para decirme que estaba aquí.
-Borja y Gonzalo estarán para llegar, Glenn marchó al aeropuerto a buscarles.
Nos sentamos y continuamos hablando, sobre todo de los niños, de que Pablo estaba ya bien y el lunes podrían volver al colegio, habíamos terminado el té.
-Voy a llevar a los niños a la cocina para que cenen y luego los bañaré, ganaré tiempo para cuando llegue Gonzalo.
Llegamos a la cocina y allí estaba Leonor, la niñera de los niños, era española, así lo habíamos decidido para que además de cuidarlos les hablara en nuestro idioma. Era una muchacha joven, alegre, honesta y sobre todo le gustaban los niños y enseguida se encariñó con mis hijos. Al principio me había ayudado mucho con ellos y su adaptación.
Traía los ...
... platos que la cocinera preparaba mientras yo les hablaba intentado que me contaran lo que recordaran del día.
Los miraba comer y me admiraba lo que habían mejorado, no eran los mismos niños que recogí en la institución de acogida de menores. Parecían diferentes y yo notaba los parecidos que tenían entre ellos.
Pablo no necesitaba ayuda, con sus cinco años se arreglaba muy bien con los cubiertos, sin embargo Daniel, con tres añitos, a veces se le caía la comida y había que hacer que se fijara en lo que hacía.
Ahora chapoteaban en la bañera, y yo sentado en el borde los observaba jugar con sus peces y patitos de plástico de colores, a veces golpeaban el agua y algunas gotas me salpicaban mojándome la ropa. Leonor recogía su ropita, sabía que estando yo aquí me gustaba hacer todas estas cosas que me unían tanto a ellos.
Me arrodillé para recibirles con el albornoz en las manos, aprovechaba la ocasión para abrazar sus tiernos cuerpecitos mientras los secaba y colocaba su traje de cama.
-Ahora a esperar a papá que llegará pronto. –estuve jugando con ellos un ratito hasta que los vi cansados y se metieron en la cama de Pablo los dos.
Mi habitación era ahora las de ellos, redecorada con dos infantiles camas y elementos decorativos alegres, todo muy de color pastel como me recordaba Gonzalo, también había hecho colocar una bañera para que ellos jugaran en el agua y la disfrutaran.
Antes de que llegaran pensamos en el piso superior, el ala que no está ocupada por ...