... el servicio y la otra de invitados, Borja mandó preparar dos habitaciones con sus baños respectivos para ellos, hasta que los psicólogos nos advirtieron del estado emocional de los niños y tuvimos que repensar la ubicación.
En principio eran muy pequeños, venían de una guerra y de perder a sus padres y hermanos y yo, en mí interior, deseaba tenerlos cerca hasta que nos conociéramos y fueran algo mayores, ¿y qué mejor que la habitación infrautilizada y con comunicación con la nuestra?
Estaba leyéndoles un cuento con poco texto, a veces me miraban a mí y curiosos volvían la mirada al libro donde todo eran dibujos. Cuando llegó Gonzalo, no me había dado cuenta, y fue el pequeño que gritó. Ya no les interesaba el cuento y se levantaron para correr y abrazarse a las piernas de Gonzalo.
Como siempre tuvo que jugar con ellos tirados en la cama los tres, me acerqué para darle un beso.
-Bienvenido amor. –entonces intentó sujetarme para que participara en el juego y ya era hora de que los niños durmieran y de que nosotros fuéramos a cenar.
-Decía la abuelita que estabais cansados, ¡granujillas! -enterraba la cabeza en la tripa de Daniel y el pequeño le tira del pelo entre risas.
-Te dejo con ellos, voy a prepararme para la cena. –pasé a nuestra habitación, Wes nos tenía preparada la ropa, informal para estar en casa, dudé si cambiarme o seguir como estaba, pero seguí lo que mandaba la tradición.
Me estaba duchando cuando Gonzalo entró, había vuelto a quitarse ...
... la barba, ahora decía que estaba más cómodo y era más formal, ya me había acostumbrado a ella y me gustaba, quizá tuviera razón, no dejaban de ser caprichos que el tiempo cura.
Me enjabonaba la espalda lo mismo que le hacía yo.
-A Pablo no parece que le haya pasado nada, se ha repuesto muy rápido, ayer me alarmaste. –le besé el brazo.
-Así son los niños, un día no se pueden mover y al otro quedarse quietos. –se volvió para abrazarme y entonces me besó como esperaba, con ternura y mucho rato mientras el agua nos mojaba y quitaba el jabón del cuerpo.
La abuela y Borja nos esperaban en el comedor mirando el atardecer del jardín, Borja con una copa de vino en la mano. Al abuelo ya lo habían metido en la cama y Tegan comenzó a servir la cena.
Por lo que hablaban estaban contentos con los resultados obtenidos del viaje, Haral les tenía preparadas las reuniones y el salmón que siempre se acordaba de enviar para la abuela.
-Déjame un momento, voy a mirar a los niños y vuelvo. –estaba impaciente porque estuviéramos desnudos y al entrar en la habitación comenzó a quitarme la camisa mientras me besaba los labios.
Dejó que me escapara de sus brazos, dormían dándose la espalda, no quise acercarme, Pablo tiene un sentido terrible para saber si lo estoy mirando, como una especie de radar. Conecté el sistema de vigilancia y cerré la puerta de comunicación.
Gonzalo estaba encima de la cama, desnudo, magnífico, soberbio. Lo que él quería lo hice en dos segundos, estar ...