Adoro a mi bella madre
Fecha: 27/07/2019,
Categorías:
Incesto
Autor: deincógnito, Fuente: CuentoRelatos
... tenía nada de malo. No respondió nada, pero su turbación era evidente, así que decidimos dar por terminado el masaje.
De un momento para otro comenzó a usar ciertas prendas para dormir que dejaban muy poco para mi imaginación. Vestía unas pijamas transparentes de color negro y rojo cuyo tejido me permitía apreciar totalmente la dimensión de sus senos y sus pezones grandes, así como también el tamaño de sus pequeños interiores que entrando en medio de sus nalgas daban toda la libertad para que estas armónicamente se mecieran cuando ella caminaba. Sé que en cada una de sus actitudes había una cierta coquetería o desafío, y pienso que encararme de esa manera perseguía, o bien que se me quitara la bobada con respecto a ella, y me acostumbrara a verla como mi madre o, a acabar de generar ese clima de morbo infinito en el cual convivíamos. Para bien o para mal ocurrió esto último y la tentación de estar solos, de vivir en esa intimidad peligrosa habló más alto. Sin poder evitarlo comencé a buscar un contacto cada vez más cercano, abrazándola por el menor motivo y queriendo apartar cualquier prevención de su parte, comencé a jugar con sus cabellos, a cargarla a pesar de sus 65 kilos de carne deliciosa, y a llevarle el jugo a su cama en las mañanas de los fines de semana, cuando entraba a su cuarto, me sentaba en su cama y le estampaba un beso en su frente acariciando sus cabellos y despertándola con frases melosas. Acariciaba su espalda levemente, dejando que mis manos se ...
... recrearan en toda la belleza de su piel tapizada de unos lunares que aumentaban en la medida en que surcaban su cuello y el derredor de sus senos. Ella haciéndose la dormida comenzaba a moverse con unos movimientos de nena mimada, y haciendo pucheros con su linda boca, me tomaba de las manos, dándome los buenos días. Era inevitable que al levantarse de la cama la observara con su pijama mal cubriéndola y así entraba al baño a cepillarse los dientes regresando a la cama para tomar su infaltable jugo de naranja. Me fascinaba ver sus cabellos revueltos, sus tetas a través de la camisa de dormir y sus muslos desnudos, recogidos sin ninguna prevención, mientras a veces quedaba expuesta la delicia de su sexo no muy protegido de mi vista por sus pequeños interiores. Quería convertirme en el macho que nunca tuvo, en ese hombre tierno, atento, detallista, que la consintiera y la hiciera sentirse la nena que nunca pudo ser. La cercanía de nuestros cuerpos era cada vez menos inocente. Yo en casa dejé de usar pantaloncillos y me colocaba únicamente un short que le permitiría dimensionar y sentir en su piel el tamaño de mi pene. Cuando la abrazaba al comienzo evitaba que mis piernas entraran en contacto con su cuerpo, pero decidí que era preciso que tomara la iniciativa y empecé a juntarme más al suyo, abrazándola con fuerza, pasando mis manos por su talle y acercando mis labios a su cuello, cuya cercanía le producía una sensación inocultable que se expresaba a través de lo erizado de los ...