Adoro a mi bella madre
Fecha: 27/07/2019,
Categorías:
Incesto
Autor: deincógnito, Fuente: CuentoRelatos
... poco a poco se fue recostando más y más contra mi pene hasta que sin poder evitarlo sintió como este invadía la cavidad de su delicioso recto. Suspirando en cada milímetro de verga que la invadía, aumentó sus movimientos hasta que estuve casi dentro de ella. Se quedó quieta a la espera de que yo ahora sí terminara mi labor, al sentirse totalmente penetrada gimió de dolor pero me pidió que continuara, pues estaba siendo desvirgada por mí, pero a pesar del dolor el placer era más intenso que todo en la vida. Tomó mi mano y la llevó a su clítoris y refregándose como la más experta de las putas, llegó al orgasmo al tiempo que yo dejaba dentro de ella una nueva descarga de semen.
A partir de entonces y sin detenernos a pensar o a cuestionar nada, nos hemos convertido en marido y mujer. Siento que la amo cada vez más; que la deseo las 24 horas del día, y que a pesar de dormir juntos totalmente desnudos, y hacer el amor en las noches, las madrugadas, las mañanas y cuando tenemos la oportunidad de estar solos, cada nuevo apareamiento es más intenso y nos conduce a un estado de placer del cual ninguno de los dos quiere descender. Adoro su cuerpo y su piel blanca está cada vez más expuesta a mis miradas. Tan pronto llega a casa prácticamente se desnuda a mi espera, o simplemente se coloca esas pijamas que nada cubren realmente. No veo la hora de regresar después de las clases y terminar mis obligaciones, para esperar que se abra esa puerta y poderla abrazar con todo el amor y ...
... estamparle el beso más delicioso en su boca de fuego. No la dejo que se duche cuando regresa de su trabajo, hasta tanto yo no haya saboreado la delicia de su sexo y su culo sudorosos y acalorados, de su excitación con ese inconfundible aroma de sus hormonas y el sabor delicioso de sus orines y sus fluidos que se pegan a la entrepierna de sus tangas, las cuales relamo con locura. Amo olfatear y lamer también el sudor de sus axilas, y le prohibí que usara desodorantes puesto que el sabor de estos me molestaba y me dejaba un sabor desagradable en la boca. Me encanta sentarla en el sofá, tomar sus bellos pies en mis manos, acariciándolos de la manera más pervertida, haciendo que con ellos acaricie mi pene, hasta hacerla morir de la risa, la excitación y el nerviosismo. La adoro, y adoro todo lo suyo; y me complace saber que es feliz a mi lado, cuando en las tardes nos recostamos a ver televisión o el fin de semana desconectamos nuestros celulares y nos tendemos desnudos en nuestra cama, a amarnos ajenos al mundo.
Somos absolutamente felices y solo el maldito hecho de ser madre e hijo empaña a veces nuestra dicha total. Cada día está más preciosa, y si bien ha engordado un poco, esos kilos inexplicablemente se depositan en sus adorables caderas, sus nalgas y sus piernas. Sentimos que nada ni nadie podrán separarnos y no tengo más ojos que para ella, y sé que a pesar de celarme por todo, muy en el fondo sabe que no fijaría mis ojos en nadie que no fuera ella. La amo con devoción y ...