1. Strong


    Fecha: 22/06/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... volar con las otras fieras, y él sólo era un instrumento de ella.
    
    Al final del pasillo estaba el laberinto, lo rodeó, entró, dio vueltas, buscó los ojos que había visto minutos antes, siguió adentrándose por el siguiente pasillo hasta la sala de vídeo, mirando de reojo la habitación de las cadenas, todavía vacía. Y siguió, hasta la zona donde la oscuridad era total, interrumpida sólo por las chispas de los mecheros que no eran más que otras fieras señalando que estaban allí buscando con quien volar.
    
    Deambuló de uno a otro sitio, agarrándose a donde podía y sintiendo cómo era sobado. Ahora él sólo era carne, un cuerpo poseído en medio de cientos de cuerpos en las mismas circunstancias, ya nada era importante porque no podía controlarlo. La fiera marcaba el rumbo.
    
    Ya sólo podía sentir. El humo de decenas de marcas distintas mezclado en el aire directo a sus ojos le cegaba. Y las chispas de tantos mecheros le humedecieron los ojos con un escozor soportable. Pero siguió andando, a tropezones. Y el olor, ese olor a tanto desodorante y colonia distinta, a alcohol y sudor, a tabaco y sexo.
    
    De repente un mechero se plantó delante de su cara. Un tipo gordo y baboso le observaba. La fiera se echó atrás y aprovechó para soplar y escabullirse entre la recién recuperada oscuridad. El alcohol seguía haciéndole efecto, perforando su estómago y revolviendo sus tripas. A veces le costaba mantener el equilibrio.
    
    En una de estas vueltas por entre los laberintos encontró su ...
    ... víctima. Tendría unos 20 años, puede que un poco más. Estaba apoyado en una esquina y miraba inquietamente a los lados. Seguramente era un primerizo. Le excitó la idea. Intentó contener un poco a la fiera para no asustarle, y se acercó disimuladamente.
    
    Esta vez sería distinto.
    
    Con toda la naturalidad que pudo, se puso a su lado y le miró de reojo. El chico se había dado cuenta. Buscó la cajetilla de tabaco, sacó un Ducados, y lo prendió. Aprovechó la luz del mechero para fijarse mejor en el chico. Realmente el chico estaba bien. Podría sacarle buen partido.
    
    Sacó su mano izquierda del bolsillo, y lentamente la puso en su muslo. El chico se puso rígido, pero no dijo nada. Su mano se puso a trabajar lentamente, y el chico empezó a perder rigidez. Se lo estaba poniendo fácil. Se plantó delante de él, le miró fijamente a los ojos, y empujó su pubis contra el suyo. Comenzó a moverse, y el chico no tardó en seguirle el ritmo.
    
    De ahí pasaron a besarse el cuello, la mejilla, la comisura de los labios... fundirse en un largo beso de tornillo mientras su mano se deslizaba por debajo de la camisa del primerizo. Sonaron las hebillas de los cinturones, las manos se movían inquietas por los cuerpos de los dos amantes, explorando cada uno de sus recovecos. El chico empezó a echarse atrás.
    
    Sabía lo que eso significaba. Entre la oscuridad y las chispas de los mecheros muchos ojos les observaban. Quería intimidad. Y se la daría. Fueron a una de las cabinas, se encerraron, y saciaron ...