La vida sexual de Sara
Fecha: 19/06/2019,
Categorías:
Sexo Virtual,
Autor: Quique., Fuente: CuentoRelatos
... morenos. En sus manos llevaban antorchas encendidas.
Al entrar en la sala del trono, un moreno, anunció:
-¡Su majestad... la Reina Sara!
Vi a tres muchachas, rubias y macizas, y otros dos macizos. Se inclinaron ante mí. Mis escoltas portadores de antorchas las pusieron en su lugar en las paredes. Una de las rubias me puso una venda por encima del antifaz... Acto seguido sentí una lengua entrar en mi culo, otra lamer mi clítoris, dos bocas, una mamando una teta y otra la otra. Una lengua lamiendo mi espalda y otra lamiendo mi ombligo. Dos manos dándome cachetes en las nalgas y una boca besándome con lengua... No tardé en correrme. Poco después estaba tumbada en la alfombra de leopardos que cubría parte del piso de la sala del trono. Veinte manos recorrieron cada rincón de mi cuerpo... Diez bocas comían la mía cuando me volví a correr. Y me volví a correr con doble penetración, y comiendo dos coños al comerme el mío... Me corrí tantas veces y de maneras tan diferentes, que aquella noche me sentí reina del universo.
DIANA
Desde el primer día que entré en casa de Braulio, su hija Diana, que era dos años más joven que yo trató de enredarme para que su padre viese que no era trigo limpio. Estaba tan buena que un día que me besó casi me dejo ir. Fui más lista que ella, Al haberme besado la tenía pillada por los pelos del coño. Hicimos un trato, ella me dejaba en paz y yo no le decía a su padre lo que había hecho. Aunque me prometí a mí misma que acabaría follando a ...
... aquella rubita, alta, de ojos verdes, tetas grandes y precioso culo.
Un martes de carnaval, en el baile del Casino, Diana iba disfrazada de Tormenta, la de los X Man, lo sabía porque salió así disfrazada de casa. Yo entré en el salón de baile disfrazada de Jessica Rabbit. Teníamos las caras tapadas con un antifaz. Al rato la llamé a bailar. La gente no nos quitaba ojo de encina. Bailamos la canción: Bailar pegados", con una pierna metida entre las dos piernas de la otra y con nuestras tetas estrujándose. Con sus labios casi rozando los míos y mirándome a los ojos, me preguntó:
-¿Quieres venir conmigo al picadero de mi padre?
La miré, extrañada. No sabía que su padre le prestase el picadero. No le podía hablar o reconocería mi voz. Asentí con la cabeza.
-Me gusta. Hazte la muda. Yo haré de chica mala.
Nos fuimos. Minutos más tarde estábamos bebiendo dos copas de champán en el picadero, un ático de lujo.
Diana se quitó el traje blanco y los zapatos y se quedó en pelotas, besándome me fue desnudando, hasta que quedamos las dos sólo con el antifaz, luego me dijo:
-Échate boca arriba en la cama, preciosa.
¡Y una mierda! ¡¡Me la iba comer enterita!
La eché boca abajo en la cama y, arrodillada entre sus piernas, lamí su espina dorsal desde el culo al cuello, volví a bajar lamiendo, le abrí las cachas y le metí la punta de la lengua en el ojete. Abrió las piernas y lamí su coño y su culo. Un cuarto de hora más tarde, más o menos, le di la vuelta. Nos comimos ...