VIENTOS DE CAMBIOS Cuantas veces alguien tiene una mala impresión de una persona? Cuantas veces alguien puede reconocer que se equivoca? Cuantas veces se juzga mal? Esa es la historia de mis diez últimos años… Hacía una década que convivía en pareja con Zacarías, siempre me gustaron los hombres y tuve algunas experiencias previas, me considero bastante buena en la cama, al menos rara vez tenía reproches, a no ser claro por mi negativa cerrada a mantener relaciones anales, tampoco consentía a mi hombre con algo que siempre me pedía, que era acabarme en la cara, pero más allá de esto, era bastante permisiva, pero se avecinaban vientos de cambios. Me considero una mujer bonita, no soy una modelo, pero si una chica que gusta cuidar su cuerpo, el sentirme atractiva levanta mi auto estima. Siempre fui ama de casa a pesar de mis estudios de odontología, profesión que nunca ejercí. Con mi pareja coincidimos en que era mejor yo me encargara del hogar y preparara el mismo para nuestros futuros hijos, cosa que en esos tiempos estábamos programando. A propósito, es cierto que estábamos programando nuestro primer descendiente pero ocurrió algo que me haría poner un stop a la idea, al menos hasta saber qué es lo que me estaba pasando. Zacarías trabajaba en un laboratorio internacional, de esos que fabrican remedios, el estaba en la parte de desarrollos, también hacía visitas a clientes, algo de marketing y varias cositas mas, siempre fue muy apegado a su profesión y se sentía orgulloso de ...
... hacer lo que hacía. La paga era muy buena y la empresa era bastante grande, trabajaban muchas personas y estaba en plena expansión, buscando mercados internacionales. Todo iba de maravillas hasta el momento en que su jefe fue transferido a una sucursal que estaban abriendo en México, era importante hacer una buena campaña e ingresar a pie firme, y él era parte de ese nuevo proyecto. Ahí entraría en nuestras vidas Débora Vanegas, su nueva jefa. El me comentó el tema sin demasiados detalles, solo era la nueva al mando y nada hacía prever que esa era la puerta a los vientos de cambios. A medida que fueron pasando los días, las semanas y los meses, noté que Zacarías se empezaba a llevar bien, ó demasiado bien con su nueva jefa, poco a poco de pequeños comentarios pasé a soportar largas historias de ‘lo buena’, ‘lo profesional’, ‘lo inteligente’ y no sé cuantas cosas más veía en esta mujer. Obviamente empecé a sentirme celosa y desplazada, ‘qué Débora esto’, ‘qué Débora lo otro’, y claro, ella era una profesional, una mujer independiente, que sabía lo que hacía y lo que quería, sin que nadie marque el paso, Zacarías se mostraba demasiado entusiasmado y yo era apenas una simple ama de casa, una mujer que vivía entre cuatro paredes, limpiando y fregando, que tendría para contar de mi? Comencé a odiarla en silencio, ‘Débora, Débora, flor de puta debe ser con ese nombre, Débora dora de pijas debe ser…’. Esos eran mis pensamientos, al menos me consolaba imaginarla una vieja reprimida y ...