EL REGRESO
Fecha: 09/08/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: Barquidas, Fuente: SexoSinTabues
... hasta el punto que a los pocos minutos parecía que el niño conociera a su tío de toda la vida, andando tras de él a todas horas, hasta parecer que no sabía el crío si lo del tío era cierto o a lo mejor lo estaba soñando. Poco después de que llegara a casa el crío, también llegó el padre de Sergio y abuelo del niño, D. Sergio padre. La escena que siguió fue idéntica a lo que pasó antes, cuando madre e hijo se encontraran tras esos once años de ausencia de Sergio, pues también padre e hijo se precipitaron uno hacia otro acabando en un íntimo abrazo al que tampoco los lloros a moco tendido fueron ajenos. En fin, que por fin la ilusión, la alegría, parecían haber regresado a aquél hogar, a aquella familia que de nuevo estaba unida. Incluso Claudia aparecía radiante, no claro por tener a su hermano en casa, que cual si fueran bilis se lo había tragado, sino por ver otra vez felices y alegres a su padre y a su madre. Y eso, para ella, bien valían todas las bilis del mundo. La tarde así iba transcurriendo en un ambiente que mejor ya no podía ser. Una pregunta llevaba Sergio en la punta de la lengua desde que conoció al pequeño Sergio: Dónde estaba su padre, el aborrecido Fabián, indudable marido de su hermana para el hermano. Pero, sin saber por qué, hasta que en un momento dado pudo encontrar a Claudia a solas, no dijo ni preguntó nada. A ella sí se lo planteó • ¿Y Fabián, tu marido? • Por fin no nos casamos. Rompimos. Al mes y pico de irte tú. Le fui franca; sin ambages le dije ...
... que estaba embarazada de otro hombre. No me dijo nada; sólo hizo que darme un bofetón, volverme la espalda y marcharse. No he vuelto a verle nunca más. Sergio se quedó de piedra, sin poder reaccionar durante al menos un minuto. Luego se volvió hacia el pequeño mientras decía • Entonces… Entonces… El niño es… No pudo seguir hablando pues Claudia le tomó de un brazo y, tirando de él con energía, le obligó a dejar de mirar al niño para darle a ella la cara. Entonces dijo. • El niño es mío. Es mi hijo. Mío y de nadie más. No tiene padre y nunca lo tendrá. Así lo dice su certificado de nacimiento: “Hijo de padre desconocido”. De un padre que no existe. • Pero… Pero yo… Pero él es mi… • No hay “peros” que valgan. Es mi hijo y nada más… ¿Entendido? Tú sólo eres su tío… Y porque eso no lo puedo evitar. Porque, vamos a ver. ¿Dónde estabas tú cuando, sola, tuve que ir al ginecólogo para que me confirmara lo que tanto temía? ¿Dónde estabas tú cuando tuve que enfrentarme, sola, a Fabián? ¿Dónde estabas tú durante los primeros meses de embarazo, cuando vomitaba día sí y día también? También sola, sin nadie en quien apoyarme. ¿Dónde estabas cuando daba a luz, sola, sin nadie a mi lado y entre alaridos de dolor? Dónde estabas a lo largo de estos diez años, cuando con días tuve que dejar al niño en manos extrañas porque tenía que ir a trabajar; cuando el niño estuvo enfermo y me veía negra para atenderle; dónde estabas cuando crecía… Vivías tu vida… Tu vida alegre y confiada… No Sergio, no ...