Sergio se detuvo al llegar a la esquina de la calle. Desde allí podía ver el portal del edificio y las ventanas del piso tercero, donde sus padres vivían casi que desde que se casaron… La casa que abandonara hacía once años… Tras “lo” de aquella noche. Los recuerdos se agolparon, todos juntos, en su mente. Su padre, su madre… Y Claudia, su hermana… ¿Se casaría por fin con aquél gilipollas de novio que tenía? Sí; seguro que sí… Sintió nostalgia de aquellos años, cuando vivía con sus padres y hermana. Las casualidades de la vida le habían devuelto al viejo terruño; a aquella pequeña a la par que tranquila capital provinciana. Sí, las casualidades de la vida quisieron que la financiera abriera sucursal allí y que le enviaran a él a montar los sistemas informáticos. Quería subir, volver a ver a sus padres… Volver a saber de su hermana, pues daba por sentado que ella allí ya no viviría, sino con su marido, el gilipuertas, y Dios sabría dónde… Pero al propio tiempo le daba miedo… Vergüenza aparecer tras todos esos años sin decir ni palabra… Por fin decidió ir al bar que tenía prácticamente frente a él, al otro lado de la calle, en la esquina de enfrente. Entró en el bar, pidió una cerveza en el mostrador y fue al teléfono. Marcó el antiguo número de sus padres y, casi al momento, respondió al otro lado una voz de mujer en la que al instante reconoció la de Claudia, su hermana. • ¿Dígame?. ¿Dígame? • ¿Cla?. ¿Claudia? • Sí. ¿Quien llama, por favor? • So… Soy… Soy… Yo… Sergio… Al ...
... momento el silencio en tanto que por el auricular se escuchaba la respiración agitada de la mujer. ¡Maldita suerte la suya!. Precisamente entonces, ella, Claudia, tenía que estar allí, en casa de sus padres • ¿Dónde estás?. ¿Desde dónde llamas? • Aquí; aquí mismo… En el bar de la esquina… • Espérame allí un momento, enseguida bajo… Claudia había colgado y Sergio también colgó. Tomó la cerveza y fue a sentarse a una mesa, tras pedir que se la cobraran allí. Pasaron varios minutos, doce, quince, tal vez más, cuando la vio en la puerta del local. Como en Claudia era habitual, su vestimenta “casual”, como ahora se dice, que corresponde a lo que antes decíamos de “sport”: Pantalón Jean con cazadora a juego que, abierta, dejaba ver una fina blusa de color rojo y escote generoso. Completaban el atuendo unos zapatos bajos, de estilo mocasín. Sergio encontró a su hermana cambiada. Cambiada porque los pasados once años la habían tratado mejor que bien, madurando, afirmando sus rotundas formas femeninas. Así, en Claudia vio a una mujer de cautivadora belleza y cuerpo majestuoso… Alta, casi tanto como él mismo con su algo más de 1,70 de femenina estatura. Caderas anchas y senos pronunciados, más cercanos a grandes que a medianos. Cintura más bien estrecha y vientre plano, aunque sin “pasarse” pues ella era mujer con “materia donde agarrarse”, lo que tampoco significaba que en ese cuerpo sobrara ni un sólo gramo. En fin, que a sus, más o menos, treintaiséis “tacos”, Claudia resultaba ser una ...