... mamarme con delicadeza y ansiedad.
-¡Pará un poquito mi amor!
-¡Jajaja! ¡Te hago acabar! ¡Esto se llama mamada!
-¡Si! ¡Por supuesto! ¡Pero quiero chuparte yo!
-¡Jajaja! ¡Querés comparar el sabor de la mía con la de Clarisa!
-¿Cómo lo sabes?
-Conozco muy bien a mis hijas… ¡y a vos también!
Clarita se acomodó con las piernas recogidas y abiertas para que yo chupara. Por supuesto una delicia. No sé si es más rica que Clarisa o Aldana. ¡Son todas exquisitas!
Sujeté sus nalgas bien fuerte. Sabía que no se “escaparía”, pero era hermoso sentir su culo en mis manos. Metí el rostro entre sus piernas, besando y lamiendo el interior de sus muslos, exquisitamente húmedos. Luego lamí y mordisqueé los labios externos, tan ricos, apenitas picaditos por los vellos que pretendían crecer. Haría unos cuatro o cinco días que se había afeitado. A veces lo hacía, a veces dejaba que los pendejos crecieran. A mí me gusta de cualquier manera…, siempre que no me pinche demasiado. Le iba lamiendo la raja desde el perineo hasta el clítoris. Ida y vuelta. Clarita gemía y respiraba agitadamente. Sus deseos avanzaban hacia el orgasmo. Pequeños estremecimientos. Refregaba mi rostro en todo el sexo. Clarita me acariciaba los cabellos, apretando mi cabeza –la del cuerpo digo-, contra la concha. Metí la lengua en la vulva hasta donde pude. La moví explorando sus mojadísimas paredes. ¡Estaba a punto! Metí un pulgar en el hoyito del culo, dos dedos en la concha. Fui al clítoris. Apreté con los ...
... labios el capuchón y pasé la lengua por el capullito, y el hermoso dedito meñique que asomaba desde allí. Clara se estremeció…
-¡Aaaahhhh! ¡Aaaahhh! ¡Yaaaaa! – Y me inundó el rostro, como siempre, mucho más de lo que podía tragar. ¡Yo hubiera querido eyacular tal cantidad de semen! No dejé de chupar el ano y alrededores…, para lubricarlo correctamente. Cuando logré dejar menos húmeda la vagina fui al culo. Me erguí y recorrí con el glande todo el sexo, desde el ano al clítoris. Clara levantó sus caderas.
-¡Por favor! ¡Métemela ahora!
No para hacerla desear, sino porque a mí me gusta, le seguí acariciando la concha con la pija, llegando ahora hasta el ano, para mantenerlo húmedo… y cariñoso. Para arriba, para abajo. Clarita me la agarraba con la mano tratando que la cabeza se detenga justo en el orificio para penetrarla.
-No te apurés demasiado. Quiero que gocemos durante un buen tiempo…, sino acabo demasiado rápido…
-Bueno, entonces déjamela chupar un poco. Vos sabés que me encanta. Si no la tengo en la concha o el culo, la quiero tener en la boca.
Volví a acostarme boca arriba y Clara se instaló entre mis pienas con una mamada de fierro, hasta el fondo. ¡Es una genia en graganta profunda! Cuando sentí que estaba en “campo minado” me levanté. Me senté, sentándola a ella sobre mis piernas. La recosté sobre la cama, le levanté las piernas, y fui a chupar nuevamente. Me aferré a sus tetas y hice que Clara lebante las caderas, hasta casi quedar cabeza abajo. Yo, de rodillas, ...