1. La masajista (Capítulo 3): Majo


    Fecha: 15/04/2024, Categorías: Grandes Relatos, Autor: Flyer, Fuente: CuentoRelatos

    ... al menos una vez. ¡A sabiendas y a propósito!
    
    - Bueno para debut nada mal – dije yo. – hay que ver cómo le fue a la camarógrafa.
    
    - Eso después, primero una ducha.
    
    Nos bañamos los tres juntos mientras hablábamos alegremente de tonterías. O casi juntos, porque no entrabamos los tres en la ducha del pequeño baño a la vez. Nos vestimos, Majo se despidió y se fue, y nosotros nos quedamos ordenando mientras el crudo del video bajaba a la notebook. Salimos hacia las nueve.
    
    - Tengo hambre. ¿Cenamos algo? ¿O tenés que hacer?
    
    - Nada. Dale.
    
    Fuimos a un restaurante lindo en la calle Arcos. Pedimos una parrillada de pescados y mariscos con un chardonnay.
    
    - ¿Nunca estuviste en pareja? – disparó, ya terminando la primera copa de vino.
    
    - Si… no, no realmente. Fueron noviazgos cortos, y no estaba realmente enamorado. Me cuestan mucho las relaciones. Todas las relaciones. A veces prefiero quedarme un fin de semana entero encerrado en casa armando mis modelos de barcos y escuchando música. El boliche no me gusta… en fin. Además soy un gordito de cero pinta.
    
    - No sos feo y menos gordo. Estas descuidado, y esa pancita es de no hacer ...
    ... ningún ejercicio. Si salieras a correr tres veces por semana y compraras ropa con un poco más de onda y serías un bombón. ¡Y además coges bien, boludo! Esto último bajando la voz.
    
    - ¡Exagerada! - dije sonriendo, e hice una breve pausa – ¿Y vos? ¿Te enamoraste alguna vez?
    
    - ¿Para qué?… ya sabes mi tema. ¿Para qué me dejen por frígida? ¿Y ahora encima puta? – me miro con ojos vidriosos. Bebió un sorbo de vino y se armó de vuelta. – Si era Diana Krall ¿te gusta? – cambió de tema.
    
    - ¡Si!, a ver, dejame ver que hay en tu iPod.
    
    Hablamos de música, hablamos de cine, hablamos de viajes y lugares lindos. Al postre siguió un par de coctails y luego otro más.
    
    - Estamos cerrando – interrumpe el mozo.
    
    Sin darnos cuenta, se habían hecho las 3 am, y solo quedábamos nosotros en el restaurant. Caminamos las diez cuadras hasta su casa en la noche templada y agradable. Al llegar caí en cuenta que inconscientemente nos habíamos entrelazado con el gesto quizás más tonto, pero a su vez el más profundo: caminábamos de la mano. Nos paramos frente a frente en la puerta de su edificio. Me dio un beso robado, me miró con ojos agridulces, y entró. 
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