A la próxima ¡me la metes! (3)
Fecha: 11/03/2023,
Categorías:
Gays
Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos
... placer y ansiedad que me estaban embargando.
Mientras acariciaba y exploraba mi agujero, dijo:
— Tienes el culo tan precioso, tan bonito, tan redondito, tan suave, mmmhhh, —así fue su elogio dicho con una voz ronca y entrecortada.
No pude resistir y me eché hacia atrás, encontré justo lo que buscaba: su pene. Me ubiqué de manera que su verga quedara atrapada por mis nalgas como un hot dog.
— Aaaahh, —fue su respuesta.
Me refregué y su pene se deslizaba entre mis nalgas.
— ¡No, basta!, ¡debo sentirlo yo también!, —protestó.
Me di la vuelta, lo tomé entre mis brazos, apasionadamente lo besé, y me respondió de la misma manera. Le quité el jabón, hice toda la espuma que pude y empecé a darle el mismo tratamiento que me había dado, mucho más ansiosamente; rápidamente enjaboné su cuello, su pecho, no me detuve mucho en sus tetillas, quería hacerme con su polla rápido, esa presa que estaba allí entre sus piernas. La alcancé. Por primera vez se la podía mirar abiertamente, una rígida verga, de unos quince centímetros de longitud, en que la piel estaba ligeramente retraída, dejando ver solo el extremo de la rubicunda cabeza de su verga. Le tomé la piel y la eché hacia atrás, apareció como una pequeña patata, con su hermoso hoyuelo al medio, todo húmedo y una gotita de materia blanca ...
... babeaba desde el extremo.
Le di vuelta y lo aferré contra mí, necesitaba ponerle mi pene entre sus nalgas, Diego consintió muy a gusto, echó para atrás su trasero, agarrándome el pene, y él mismo se lo puso allí, y me lo apretó, se sentía efectivamente como una salchicha de hot dog. Diego, con sus piernas abiertas, me lo agarró se lo apretó entre sus nalgas, y empezó a moverse haciéndome una alucinante paja con las nalgas de su culo. Le tomé la cara, lo volteé y lo volví a besar, nuestras lenguas jugaron mientras Diego amainaba su ritmo hasta casi desaparecer sólo para concentrarnos en nuestro hipnótico beso.
Nos separamos, y al unísono exclamamos:
— Mmhh..., —sonreímos.
Corté la ya larga ducha y saltamos fuera. Le alcancé una toalla enorme que casi lo cubría entero, hice yo lo mismo, nos secamos y fuimos a mi dormitorio.
Simplemente lo miré. Él, vicioso, fue hasta su pantalón y extrajo un impresionante porro, de unos siete cm de longitud y casi medio centímetro de ancho. Le sonreí, y bueno, lo prendimos.
— Oye —le dije—, pero ten en cuenta que con ese canuto, no te voy a poder ir a dejar ni siquiera al Metro o autobús más cercano.
— Bueno, estoy sólo en mi casa, ¿tienes problema en que me quede?
La verdad es que me pareció fascinante que lo propusiera.
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Continuará...