Esta narración explica porqué me ponen los lugares reducidos, a oscuras y con gente. Parte de la historia fue real, la otra parte, a lo que me hubiera gustado que llegara, sea como sea, es una de mis fantasías recurrentes.
Siempre fui una “buena chica”,sabía cual era el límite y por eso a veces, me permitía traspasarlo, aquel verano las compañías eran de las que hacían que lo traspasara.
Estaba de vacaciones de verano después de mi primer curso en la universidad y habíamos descubierto ese verano una manera de colarse en las instalaciones deportivas del pueblo, esa noche, recorriendo las calles con la brisa de verano y la litrona en la mano, a uno se le ocurrió volver al pabellón, aprovechando que había actividades festivas en el pueblo y que la zona del pabellón estaría tranquila.
Laura y Raquel se habían ido a la feria, y yo me quedé con Julio, Andrés, Carlos, Iván y Antonio.
Andrés era el novio de Laura desde hacía un par de años, divertido y muy simpático, Iván era el típico creido que por muy bueno que estuviera, para mi perdía la magia cada vez que insinuaba que “no había tía que se le resistiera”, Carlos era el más delincuente y Antonio, era monísimo, muy tímido, parecía que no sabía lo guapo que era y lo que provocaba, pero no hablaba.
Yo por entonces, era muy espontánea, con mucho sentido del humor, atrevida, media melena y oscuro, con unas buenas tetas (me sabía poseedora de ellas y de lo que provocaban), algo rellenita lo que ayudaba a que el culo ...
... fuera redondito, creo que parecía un poco despistada, pero en realidad, era bien despierta y los que habían sido mis amantes, lo sabían sobradamente.
Tenía un rollo de verano con Julio, nada serio ni exclusivo, sí muy potente, pero no serio, con él ya había descubierto los rincones interesantes del pabellón, y esa noche, previamente en el parque mientras bebíamos, me había rozado el paquete un par de veces sin desaprovechar ocasión, y agarrado el culo sin disimularlo, yo le miraba con reproche porque él sabía que no me gustaba lucirme en público, pero eso no significaba que no me gustara y que no me hiciera palpitar y mojar. Mientras ibamos al pabellón me insinuó que nos perdieramos por los vestuarios, cosa que habíamos hecho otros días y me encantó, ya se había encargado de ponerme a mil en el parque y con esa insinuacición..., él ya sabía que estaba hecho.
Acababamos de colarnos cuando escuchamos que la puerta de atrás del pabellón se abría y se escuchaba a varios hombres hablar, nos asustamos y entramos en discusión de susurros para ver qué hacer, no nos poníamos de acuerdo, así que Julio me agarró del brazo y me dijo “vente”, corrimos, alejándonos de la entrada, y me llevó a una habitación que se hizo aprovechando el hueco de las gradas, había una mesa antigua de colegio y dos sillas, se veía que no se usaba para nada, justo al cerrar escuchamos como llaman muy suave a la puerta.
-Abridnos- susurraron. Julio abrió, Andrés y Antonio entraron.
Estabamos totalmente ...