... tetas, Pablito.
A Pablo le tocara de nuevo la lotería. Jugó con sus tetas, lamiendo chupado, magreado... Yo jugué con su coño. Toque su clítoris con un dedo sin acariciarlo. Le acaricie con otro los labios vaginales, y después eché mis manos a su cintura y le empecé a comer el coño. Pasando mi lengua por los labios mayores y menores, enterrándola dentro de su vagina, follando su ojete que sabía a mi semen y lamiendo su enorme clítoris, y al final, al tener el glande empalmado fuera del capuchón, chupándoselo. Los gemidos de Matilda eran deliciosamente sensuales. La mujer, con sus manos acariciando el cabello de su hijo y el mío, nos daban las gracias por el placer que le estábamos dando. Mas aquella dulce agonía, que Matilda quisiera que durase horas, se acabó en minutos...
-Sigue, Quique, sigue, sigue, sigue, no pares. ¡¡¡!Me coooorro!!!
Se corrió haciendo un arco con su cuerpo y entre temblores y sacudidas. Pablo tenía la lección bien aprendida. Le tapó la boca con la mano, pues su madre al correrse perdía el control y chillaba como una loca de esas que hay que atar. No echó mucho jugo. Eso lo bacía al estimularse el punto G, Pero el placer de la corrida fue brutal.
Al acabar de correrse me levante de la cama. Matilda, me preguntó:
-¿A dónde vas así de empalmado?
-A buscar un condón de los que tengo en el bolsillo de mi pantalón. No hay que jugar con fuego.
A ...
... Matilda se le iluminó la cara.
-¡Ahí le has dado!
Volví con el condón puesto en la polla. Pablo estaba sentado encima de su madre con la polla entre sus tetas y ella lo cogía por la cintura. Me metí en la cama, la agarré yo a ella por la cintura, la levanté y se la clavé hasta las trancas. Por raro que parezca, entrara apretada, a pesar de haber parido y de estar muy lubricada, y es que llevaba tanto tiempo sin ser penetrada que el coño se cerrara, pero se cerrara en falso, ya que a los cinco minutos de meter y sacar, ya entraba y sobraba espacio, bueno, sobraba hasta que la follé a toda mecha y su coño se cerró sobre mi polla. Tanto Pablo cómo yo vimos cómo de repente se le cerraron los ojos, y luego cómo se abrieron para no ver nada, pues solo le pudimos ver el blanco del ojo, la pupila había desaparecido. Matilda agarró con una mano la almohada y la mordió, luego gimiendo, cogió las dos tetas y las apretó cómo si las quisiera ordeñar. La polla de Pablo quedó aprisionada entre ellas. Se corrió cómo un gorrioncillo, y yo me corrí cómo un león dentro del coño de Matilda, bueno, dentro del condón, que si me corriera dentro de ella... A los nueve meses podría aparecer por allí un Quiquiño.
Esa fue la primera vez que follé con Matilda, Matilda la costurera, que de eso vivía, de coser, pero follaría unas cuantas veces más con ella, ya que a Matida le quedara la boca dulce.
Quique.