Conspiración en silencio
Fecha: 14/06/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: evamaniac, Fuente: RelatosEróticos
... complicidad, un "buenos días" y una sonrisa. Pero ella quería más, porque me siguióhasta mi alojamiento cerrando la puerta tras de sí.
"Me debes una, so guarra", me soltóla tía con una sonrisa. "Ya séque anoche te follaste a Juan, y no me importa, ya lo sabes, es solo un juguete más para mí", continuó.
"Joder, pues me quitas un peso de encima, tía, porque anoche me hizo correr como pocas veces", le confeséyo.
"Sí, ya me lo ha contado todo", replicóella.
"No me jodas que va contando sus aventuras por ahí", le preguntéalgo defraudada.
"Solo a mí, nenita", replicóde nuevo. "Asíque me debes una, recuerda. Esta tarde te vienes conmigo a ver a alguien", espetóAna en tono amenazador.
"¡Pero si estamos en medio de la Nada, tía!¿Dónde quieres que vayamos?" le ironicé.
"Ya bueno, a las 6 vengo a buscarte,¿vale?"
"Vale". Concluí.
Me dio un piquito en la boca y salió. Ni idea de lo que tramaba este putón desorejado. No es que temiera sus aventuras extra amistosas, pero me toca un poco las narices este tipo de enigmas fuera de mi control.
El día fue entrañable, visitamos un mirador a 4.000 metros de altura y dimos paseos preciosos por el bosque. Comimos en un restaurante rural y mantuvimos todos ese ambiente de grupo que tanto echaba de menos desde miépoca universitaria. A las 7 estábamos de vuelta en casa, una hora más tarde de mi cita con Ana, pero como ella estuvo todo el día con nosotros, no tuve que excusar mi retraso. Tras pedir turno para ir al ...
... lavabo, por fin me tocaba a míy Ana me acompañó, imagino que para cubrir dos turnos en uno solo. Al entrar, no dudóen recordarme el número que ambas montamos laúltima vez que coincidimos en un excusado. Nos reímos recordando aquello y, por quéno decirlo, nos calentamos también.
Salimos de la casa sin decir nada a nadie, subimos al coche de Ana y nos dirigimos al pueblo sito a 10 minutos de ahí. La villa de al lado era muy rural, breve, con una calle principal y el resto colindantes. Solo ofrecía un supermercado y un bar, lo que los parroquianos denominaban el "centro social de la villa". Entre toda aquella escasez de cosmopolitismo, paramos frente a la peluquería del pueblo. Laúnica, claro, la que servía para acicalar a las marujas más acaudalas durante las fiestas locales y los domingos de guardar. Ana abrióla puerta del local bajo un cartel de dudoso gusto en el que se leía "Suso estilistas", y que parecía más bien los bajos de una casa familiar. Enseguida me presentóa Suso y a su ayudante Pablo, una pareja de gays muy curiosa que rápidamente mostraron esa alegría amanerada tan divertida y que tanto me atrae de los homosexuales varones. Saltaron sobre Ana para besarla y juzgar su peinado, y me repasaron a míde arriba a abajo antes incluso de que mi acompañante me presentara.
"Esta es Eva, chicos, y la he traído para que Suso se encargue de ella como se encargóde mílaúltima vez que vine", comentó Ana mientras daba una vuelta a mi alrededor.
"Muy bien Anita, es una chica ...