... tocándome, pensando en este momento y se me fastidió en un segundo. No podía decir que no a mi hermanita, sino mis padres sospecharían, pero quería follarme a Iván. No sabía qué hacer, lo dejaríamos para el día siguiente, pero esa noche debía hacer algo para complacerme. Mi hermana se acostó, y yo escribí a Iván contándole la situación. Me dijo que no pasaba nada, que otro día sería, que durmiera con mi hermanita. Su comprensión hizo que me gustara más todavía, que mis ganas por ser esclava de su cuerpo fueran mayores. Debía quitarme el calentón. Cuando mi hermana se durmió pase al baño y me masturbé con la alcachofa de la ducha hasta correrme pensando en cómo aquel cubano iba a hacerme gozar.
Al día siguiente lo vi en el buffet, en la playa, en la piscina y en el pub, pero como iba con mi familia no podía saludarlo. Obviamente ponía mi atención en más objetivos, ya que en caso de fallar Iván, no podía abandonar Cuba sin ser poseída por un lindo cubano. Cada vez que pasaba por su lado, recibía un mensaje suyo diciéndome lo guapa que iba y las ganas que tenía de charlar conmigo. Yo sabía que las ganas eran de algo más que de charlar, y no podía dejar de pensar en ello. Llegó la noche, y a las 00:00 recibí un mensaje:
-Buenas linda. ¿Hoy está libre mi española?
-¡Sí! Ahora bajo al pub y me invitas al mojito que me prometiste.
-Tengo una idea mejor. ¿Por qué no te vienes a mi habitación y pedimos los mojitos al servicio de habitaciones?
-Claro, me parece genial ...
... – respondí, al mismo instante que mis pezones se endurecían al comenzar a imaginar lo que iba a suceder -¿Cuál es tu habitación?
-La 205 – respondió. No me lo podía creer. Mi habitación era la 204, era su vecina.
-Ahora voy – le conteste, sin hacerle saber el hecho que acababa de descubrir.
-Aquí te espero bebe.
Me maquillé rápidamente, un poco de pintalabios y un poco de rímel y estaba lista. Me puse un top negro sin sujetador debajo, marcándose mis pezones, y una faldita negra corta sin tanga, iba a por todas y quería que se diera cuenta. Salí de mi cuarto y llamé a su puerta. Me recibió con una camisa blanca y un pantaloncito deportivo negro, elegante pero callejero. Me dio dos besos y me invitó a pasar. Su habitación olía a hombre, ese olor cargado que te penetra y hace que tus niveles de hormonas suban por las nubes. Los mojitos ya estaban sobre la cama, cogí el mío y comenzamos a charlar.
La tensión sexual se notaba, las miradas nos delataban. Puso su mano sobre mi rodilla y mi coño comenzó a humedecerse. Estaba a punto de follarme a un latino de 24 años que medía dos metros, yo, una joven chiquita muy puta. Dejé caer torpemente el mojito al suelo cuando ya solo quedaban los hielos en él, y me agaché a cogerlo dejando a la vista todo de mí. No sabía qué esperar de Iván, no sabía lo que haría, ansiaba que me tomara como a una zorra.
Cuando levanté la mirada, vi exactamente lo que quería. Iván se había desabrochado la camisa y tenía una mano sobre su ...