... la boca. El pelotudo que no me invitó a su fiesta, con cara de ilusionado disfrutó del beso blanco como un completo idiota. Mi pene comenzó a crecer nuevamente, cuando pude ver mi semen entre sus lenguas. Reconozco que me asusté un poco al pensar que se daría cuenta. Pero en ese momento Fabián debía estar como loco, creyendo que ese beso había sido, en realidad, un paso hacia la reconciliación.
- Dejáme pensar en este viaje – le dijo – Cuando lleguemos a Buenos Aires vamos a poder hablar más tranquilos.
El boludo no dejaba de sonreír. A penas levanté la mano, reaccionó tirándose para atrás, como defendiéndose. Sin embargo no pude evitar darle un gesto de comprensión: la apoyé sobre su hombro y le di dos palmaditas.
Otra vez tomándome de la mano, mi prima me guio para que nos vayamos.
“Tú, aire que respiro en aquel paisaje donde vivo yo”, repetía ahora la canción. No se me ocurre que otra frase habría sido mejor para darle inició a algo tan familiar. Lo percibí como una señal divina de que lo nuestro tenía vía libre. Y Julia también.
- Ya sé, Rodri. – Me dijo cuando salimos y la música nos permitió hablar sin gritar. – Afuera del cuarto vamos a tener que decir que somos primos – continuó cuando el ascensor ya estaba disponible para bajar con nosotros. Al comenzar a sonreír pude sentir el olor a guasca que todavía le salía de la boca – Pero adentro soy tu putita.
Como si una sola señal no fuese suficiente, cada vez más lejano por nuestro caminar, Rodrigo ...
... Bueno nos decía: “Fue lo mejor del amor, lo que he vivido contigo…”
Cuándo la puerta se cerró y nos quedamos solos, Julia me besó. Casi instintivamente puse mis manos apretándole el culo sobre el vestido, el cual fui corriendo para manosearle la bombacha, primero desde atrás y luego sobre la parte de la concha. Mi prima estaba empapada. Y mi verga otra vez al palo.
- ¿Y quién quiere salir del cuarto? – preguntó, al mismo tiempo que una campanilla nos avisaba que ya estábamos en nuestro piso.
No necesitaba respuesta.
A penas entramos a la habitación, Julia se trepó encima de mí y con la espalda cerramos la puerta. Sus piernas rodeándome la cintura no fueron obstáculo alguno para bajarme el pantalón y el bóxer, todo de una vez. Sentir su lengua recorrerme el cuello, era otro motivo más para perder el aliento. Mi prima se corrió la tanga a un costado y sin más esfuerzo la penetré.
- Ahhh. – dijimos al unísono, cuando mi pija le llegó al fondo de la concha, por primera vez.
El viaje que habíamos planeado finalmente comenzaba.
“Como dejarte si te llevo conmigo”, imaginé escuchar varias veces, en cada paso que dábamos sin dejar de estar unidos por nuestros sexos hacia la cama.
Cuando la solté, rebotó sobre el colchón al menos dos veces. El golpeteo me había dejado ver la bombachita bajo el vestido por un instante y más loco me volvió. Sin poder pensar en nada más, la tomé por los costados y disfrutando de la morbosidad de la situación completa, le bajé la tanga ...