Larita manospajeras
Fecha: 20/08/2022,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Se llama Lara y puede ser mi perdición. Morena, alta -mucho más que yo cuando usa tacones o plataformas-, pelo negro liso y largo, ojos también negros, con la raya pintada de ese mismo color, pechos firmes y de un tamaño considerable para ser una chica delgada -rara vez no lleva un top y rara vez lleva sostén, sus enormes pezones se marcan contra la tela y es imposible no mirarlos-, buen culo, piernas largas. De cara no es una belleza, pero sabe sacarse partido a base de maquillaje. En todo caso, nadie diría que es fea. Su estética es la típica entre muchachas de su perfil: largas uñas postizas, ropa ajustada, colgantes en el escote. Tiene 19 años y todavía está intentando sacarse el graduado, los estudios nunca han sido lo suyo. Yo la doblo en edad y soy su profesor, lo soy desde que hace exactamente dos semanas se apuntó a mi academia de estudios, para intentar sacar el título en los exámenes de septiembre. Desde entonces, no ha habido día que no me la ponga dura como una piedra con sus tops marcapezones, sus leggins o jeans ajustados, sus zapatos de plataforma que la hacen parecer una torre. Y además esas manos, esas manos de uñas postizas, esas manos de choni del extrarradio que, pese a todo, tanto me ponen cuando me la imagino machacándome la polla con ellas.
Al principio, como con cualquier otro alumno, le daba clases en grupo. La primera semana venía a clase con otros cinco alumnos, todos más jóvenes que ella. Se la veía incómoda, porque, además de ser la mayor, ...
... era la más justa en cuanto a nivel de estudios. Los demás se reían de ella, pues no daba una, y en más de una ocasión tuve que dar la cara por Lara. Creo que eso fue lo primero que le gustó de mí, lo primero que hizo que se fijase en su profesor casi cuarentón que, seamos sinceros, físicamente no es nada del otro mundo. No solo la defendí, sino que le dije a la clase que ella tenía mucho más mérito que el resto, pues intentaba retomar sus estudios con varios años de retraso, para lo cual hace falta valentía. No lo dije por apuntarme ningún tanto con ella, no lo hice porque tuviese esas dos redondas peras de pezones exaltados apuntándome directamente al rostro. No, lo dije porque lo sentía, porque lo consideraba justo, y creo que ella notó también esa honestidad en mi forma de defenderla. No obstante, se la veía muy incómoda en ese grupo, por lo que le ofrecí que viniese a clases individuales, un poco más caras, por las mañanas. Dijo que no había problema, que sus padres se las pagarían, y se mostró muy agradecida por mi propuesta, a sabiendas de que era algo excepcional. Creo que aquí ya empezó a hacerse, quizá, una idea equivocada, pues desde luego mi intención no era seducirla ni dejarle ver que me resultaba atractiva.
Empezaron las clases individuales, y con ellas mis erecciones continuas, las situaciones incómodas (¿cómo no bajar la guardia mirar de cuando en vez aquellas tetas en semejantes tops sin sostén?) cuando nuestras miradas se cruzaban y la mía venía de sus ...