... sentía como el encanto de la mujer se extendió en su cuerpo sus braguitas se mojaron.
— Si— Dijo Mircalla — Mujer, eres ya una mujer, deseo. siento tu deseo, me servirás esta noche mi niña. —
Arrancándole la sabana Mircalla decía:
— Si, lujuria…. — Claudia la interrumpió con voz entrecortada le dijo:
— Mi madre puede oírla vallase por favor. —
— No, niña; aun no me has respondido ¿Cuál es tu nombre? — Pregunto Mircalla tomando el rostro de Claudia y besándola.
— Cla- Cla- Claudia— Respondió sorprendía no solo por el beso sino por la reacción de su cuerpo sus pezones se endurecieron marcándose a través de la blusita.
— Por favor váyase voy a grita— Termino Claudia, estaba aterrada, pero por alguna razón también muy Excitada.
— No, mi niña no gritaras, por lo menos por ahora no gritaras, estas sola esta noche serás mía— Completo la pelirroja Mircalla, volviendo a acariciar a Claudia esta vez los muslos por debajo de la faldita con la que la adolescente se había dormido.
La caricia hizo estremecer a Claudia, que se sentía intoxicado por el encanto de Mircalla, mareada pero terriblemente excitada sus braguitas empapadas lo señalaban, Mircalla toco la entrepierna de la adolescente gimió y en su rostro apareció tenue una expresión asesina al sentir la humedad de las bragas:
— Si la niña asustada esta terriblemente mojada— Dijo la pelirroja.
Levantándose se deshizo del camisón de manera sugerente, Claudia sin siquiera ser consiente abrió las piernas ...
... y acariciaba su sexo a través de su ropa interior.
Los voluptuosos senos de la pelirroja botaron, su cuerpo pálido era sensualmente atractiva para la joven Claudia. La mujer se acercó a Claudia en la cama. La joven tenía la vista clavada en el pubis de la mujer, se mordía inconscientemente el labio inferior; el pubis maduro estaba revestido por una fina de vellos rojos, y más abajo se apretaban unos labios abultados. La joven tocándose las bragas gimió.
Mircalla sonrió, sus agudos dientes resplandecieron, su voz era sensual:
— Que niña tan viciosa tenemos aquí. — Tomo una de las manos de Claudia la levanto, la beso nuevamente le pregunto:
— ¿Quieres Comerme? — Claudia con voz vacilante dijo:
—Sí. — El sabor de la mujer, aunque atrayente también tenía ese rastro de metálico a sangre. A Claudia le atraía y repulsaba a la vez.
— Quiere comerte — termino la joven morena sin saber porque esta presencia sueño o fantasma la intimidaba, excitaba, atraía, repulsaba todo al mismo tiempo.
— ¡De rodillas! — Exclamo la mujer Mircalla, la adolescente solo sintió como sus rodillas se flexionaban y ella misma se hincaba aprensionado cada centímetro del cuerpo de la voluptuosa aparición. Al estar de rodillas la mujer tomándola del cabello le enterró su rostro en la entrepierna; la joven volvió a percibir ese sabor entre afrutado y metálico.
A Claudia el sexo de la mujer le resulto exquisito, lamió cada pliego de la intimidad exótica de la mujer pelirroja con premura e ...